
Transcurridos dos años desde el inicio del mandato municipal en Telde, el balance no puede limitarse a un recuento de celebraciones ni a un repaso amable de intenciones. El actual Gobierno local, presidido por Juan Antonio Peña (Ciuca), con un enorme crédito de popularidad entre amplias capas de la sociedad teldense, ha logrado devolverle el pulso festivo a la ciudad, algo que había quedado relegado a la mínima expresión durante el mandato anterior cn el consiguiente malestar ciudadana.
Sin embargo, esa explosión de eventos ha terminado por eclipsar otras áreas fundamentales de la acción de gobierno, como el asfaltado, el mantenimiento urbano, el alumbrado público, los parques y jardines los servicios sociales o las infraestructuras deportivas, que no han experimentado avances significativos como así lo plasman a diario los colectivos y vecinos en sus quejas remitidas a la sección La voz del ciudadano de este diario digtial..
Resulta evidente que en estos más de 700 días el Ejecutivo ha priorizado el efecto inmediato y visual, apostando por una política de escaparate que ha generado simpatía ciudadana en amplios sectores de la ciudad, pero también descontento en barrios que siguen esperando actuaciones concretas. En ocasiones, la gestión parece haberse limitado a la planificación de fiestas, mientras que lo estructural, lo duradero y lo cotidiano sigue sin respuesta. Pese a los anuncios, el ritmo es lento, los proyectos llegan a medias y la planificación a largo plazo sigue sin consolidarse.
Ha sido una política municipal cada vez más centrada en la imagen y menos en el fondo. Si bien el gobierno ha tenido que enfrentarse a “mil vicisitudes”, como suele repetir el propio alcalde, la responsabilidad de gobernar no se justifica por la dificultad, sino por la capacidad de resolver.
Pero si al gobierno se le puede cuestionar por su superficialidad operativa, la oposición no ha estado a la altura de las circunstancias. En especial, el PSOE, que partía como la fuerza con más concejales y con la responsabilidad de liderar el contrapeso político, ha mostrado un perfil bajo, sin marcar la agenda ni presentar una alternativa clara. Ni el tono ni el fondo han conseguido movilizar a la ciudadanía ni fiscalizar con la fuerza que requiere un mandato tan mediático como irregular.
En un sistema democrático municipal, el equilibrio entre gobierno y oposición es crucial. Un ejecutivo agresivo sin oposición firme puede caer en el riesgo de la improvisación o el descuido técnico. Una oposición que no presiona puede incurrir en acusaciones similares de pasividad cómplice.
En este contexto, ni gobierno ni oposición han conseguido canalizar el potencial de un municipio que pide más que fuegos artificiales. Las demandas son concretas: barrios olvidados, carreteras deterioradas, instalaciones deportivas cerradas, alumbrado público deficiente, obras sin terminar. A mitad de mandato, Telde necesita menos celebración puntual y más planificación estructural, menos gestos y más resultados.
Por tanto, ¿cómo valorar estos dos años en Telde? Si bien es innegable que el mandato ha tenido momentos de brillo —especialmente en el terreno festivo y en la gestión cultural—, la eficacia administrativa queda pendiente de un examen más riguroso. Mejorar la atención a las áreas menos visibles pero fundamentales —vías públicas, colegios, parques y jardines, alumbrado público, instalaciones deportivas, servicios sociales— es una asignatura aún abierta.
La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿podrán los próximos dos años corregir la deriva hacia la política del espectáculo y reenfocar el rumbo hacia la gestión profunda? ¿O seguiremos aplaudiendo en las plazas mientras las aceras siguen rotas, los baches cada vez más profundos y las farolas fundidas?
Para el futuro inmediato quedará por ver si el gobierno logra dar un salto de calidad en su gestión y si la oposición consigue reactivarse para convertirse en una verdadera fuerza de control, propuesta y liderazgo constructivo. Sólo así este mandato podrá superar los próximos dos años manteniendo ilusión, pero también ganándose respeto y resultados tangibles.
Estamos convencidos de que hay tiempo aún para rectificar el rumbo. Pero para ello se requiere más trabajo en profundidad; menos cálculo electoral y más responsabilidad institucional. La ciudad no solo quiere bailar. También exige resultados.
Loli Almeida | Miércoles, 02 de Julio de 2025 a las 16:00:52 horas
Juan Antonio Peña ha sido un pésimo alcalde, no ha hecho nada, solo cobrar 63.000 € sin hacer nada.
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