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Miércoles, 12 de Noviembre de 2025

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EDITORIAL

La Pardilla y el desafío de gobernar con la ciudadanía, no sobre ella

Mientras vecinos y comerciantes alzan la voz, el reto institucional es compatibilizar seguridad vial con calidad de vida

TELDEACTUALIDAD/Telde 23 Domingo, 15 de Junio de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 15 de Junio de 2025 a las 10:30:24 horas

El caso del cierre de accesos al barrio de La Pardilla, en Telde, plantea una cuestión que va más allá de los aspectos puramente técnicos o administrativos. Se trata, en realidad, de un conflicto de escalas, en el que conviven los criterios de planificación vial supramunicipal con las necesidades concretas de un vecindario que se siente —y se declara— afectado en su cotidianidad más esencial.

 

El malestar expresado por vecinos y comerciantes no es nuevo ni casual. Aseguran haber sido excluidos del proceso de toma de decisiones y han articulado su protesta con movilizaciones organizadas y un mensaje claro: el cierre de los accesos desde la GC-1 ha provocado una disminución del tráfico comercial, un aislamiento físico y una sensación de abandono institucional. No son cuestiones menores. La movilidad es, para cualquier núcleo urbano, un factor esencial en la calidad de vida.

 

Desde la otra orilla, las instituciones defienden que la medida responde a una necesidad técnica: garantizar la seguridad y fluidez en una de las vías más transitadas de la isla, y que cualquier paso atrás podría comprometer ese equilibrio general. No es una postura trivial, tampoco. La GC-1 es una arteria estratégica, y las decisiones que la afectan deben ponderar impactos en múltiples niveles.

 

El reto, por tanto, está servido: ¿cómo conciliar lo técnico con lo humano? ¿Cómo decidir sin desconectar? El reciente encuentro del alcalde con los vecinos y el anuncio de dos posibles soluciones —ambas técnicamente viables y aparentemente conciliadoras— abren un resquicio de esperanza para reequilibrar la situación. La reapertura parcial bajo control de velocidad o la rehabilitación de un acceso alternativo desde suelo público parecen, al menos, caminos intermedios que apuntan al entendimiento.

 

Mientras tanto, la ciudadanía sigue expresándose, y en democracia, esa voz también forma parte del proceso. La protesta prevista para este domingo no es un rechazo al diálogo, sino una forma de reclamarlo con más intensidad. Escuchar, explicar, corregir si es necesario y avanzar con transparencia son verbos imprescindibles para cualquier administración que aspire a servir a su gente sin dejar a nadie al margen.

 

Lo que ocurre en La Pardilla no es un simple asunto de tráfico: es una oportunidad para poner a prueba la capacidad institucional de responder con empatía a una realidad que, como tantas veces, se dibuja en la confluencia entre lo técnico y lo humano.

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