Lamentable lo vivido el pasado sábado en el terrero de lucha de Puerto del Rosario, Fuerteventura. Ver al padre de un luchador encararse con el árbitro de la luchada, incluso con ánimo de agredirle, fue sencillamente vergonzoso. Puede que el colegiado se haya equivocado en alguna decisión —como ocurre en todos los deportes—, pero nada justifica semejante reacción.
La Lucha Canaria se sustenta en el respeto, y perder esa esencia es perder parte de lo que somos. Lo más cierto es que, en este deporte, una de las señas de identidad que nos caracteriza es la nobleza y el respeto por el contrario. Como dice la canción:
“Mano al calzón y a la espalda, y nobleza en la mirada.”
No hace mucho leí un libro que narraba un enfrentamiento ocurrido durante una luchada celebrada en San Bartolomé de Geneto, en 1983. En aquella ocasión, el conflicto se desató por la alineación indebida de un luchador, lo que provocó una refriega entre aficionados y directivos de ambos bandos. Aquel suceso fue recordado durante años, no precisamente por el espectáculo deportivo, sino por lo que nunca debió ocurrir.
Por eso duele tanto que, décadas después, tengamos que seguir presenciando escenas similares. Quienes amamos este deporte sabemos que la Lucha Canaria no es solo agarrar y tumbar: es también ejemplo, educación y dignidad. Cada luchada es una oportunidad para transmitir valores a las nuevas generaciones, y cualquier gesto de violencia o falta de respeto —venga de donde venga— traiciona ese legado.
Ojalá no olvidemos nunca que somos herederos de una práctica ancestral donde el honor vale más que el resultado.
Que nunca nos falte nobleza en la mirada.
Y que las autoridades deportivas no miren hacia otro lado. Este caso merece atención, y no por repetirse con frecuencia debe dejar de tratarse con la seriedad que exige.
Actuar de oficio es lo correcto, y hacerlo con contundencia, una necesidad.
Porque, como dice el refrán:
“Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.”
José Trujillo Artiles es miembro de la saga teldense de luchadores Barranquera.
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