La 52 edición de la bajada de la Virgen del Pino hasta Las Palmas de Gran Canaria, Santa Lucia de Tirajana y Telde, está actuando como fuerza movilizadora, como combustible invisible en el fervor y la esperanza para la feligresía de Gran Canaria. El fervor o la fe es una fuerza poderosa que impulsa movimientos colectivos. La esperanza es necesaria para imaginar un mundo mejor, ambos, han canalizado a lo largo de la historia revoluciones, resistencias y transformaciones sociales. Su manipulación es un arte antiguo, pero que, en la era digital, sus efectos son más veloces y profundos que nunca.
En estos tiempos que vivimos hay que apartarse de la instrumentalización de las imágenes, que podrían perder su significado espiritual y convertirse en herramientas de división. Las imágenes religiosas no son neutrales, se han convertido en un campo de batalla simbólico, su fervor puede inspirar cambios sociales o consolidar estructuras de poder. No nos engañemos, la política no solo se nutre de racionalidad, sino también de narrativas emocionales y simbólicas donde el fervor y la esperanza son motores de cambio (o de manipulación).
La fe y la esperanza son necesarias para imaginar futuros, pero requieren vigilancia crítica para no caer en dogmatismos. Las imágenes religiosas, desde íconos cristianos hasta representaciones de deidades en otras tradiciones, encarnan no solo devoción, sino también “fervor colectivo”. Este fervor, cuando se traslada al ámbito político, puede ser una fuerza de cohesión, resistencia o incluso de utilización partidaria en contra de tus adversarios políticos.
Sin lugar a duda en muchas religiones, lo sagrado se hace accesible a través de representaciones, imágenes religiosas en todas las creencias. Estas imágenes condensan identidad, historia y esperanza. Las procesiones, peregrinaciones y veneraciones generan una energía colectiva que, movilizan masas. Pero ese fervor visual se puede utilizar, como así ha sido. La sacralización (atribuirse un carácter sagrado) de líderes o ideologías anula el disenso porque transforma lo político en un dogma incuestionable, eliminando el espacio para el debate, la crítica y la evolución de las ideas. Porque esa sacralización exige fe, no razonamiento, en contraposición a lo que representa la imagen de la Virgen, según el obispo de la diócesis; fe y esperanza.
En política se ha utilizado mucho la estética religiosa para legitimarse, para llamar la atención y de camino tensionar lo sagrado y lo político, instrumentalizando los espacios comunes de fe y peregrinación; habría que secularizar la política, reconociendo que las ideas y los líderes son humanos, falibles y sujetos a crítica. Hay que evitar esa exposición permanente ante símbolos religiosos que hace nuestra clase política hurtando ese espacio, a quienes de verdad profesan la fe y la esperanza, las y los feligreses, porque da sentido de propósito, convirtiendo en un símbolo de unidad, como es en Gran Canaria, la Virgen del Pino.
Debemos mantener espacios de crítica; toda fe debe someterse a la revisión racional, porque ningún ser humano es infalible, porque la fe en un mundo mejor no debe legitimar la violencia y menos aún en nombre de un ser superior. Porque el fervor mueve montañas, pero solo la sabiduría decide hacia dónde. Hay que huir de la utilización del fervor y la esperanza para moldear a su antojo nuestras emociones, porque nacen de esa energía colectiva de la fe y en política se convierte en un arma de doble filo.
Gregorio Viera Vega fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.
























ALBERTO SANTANA | Lunes, 09 de Junio de 2025 a las 08:42:27 horas
Creo q los Articulos q publican tienen el Sindrome de la Politica.graso error.No disimule,doble intecionalidad..sera el fracaso absoluto...Mirada hacia el frente.
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