Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, hace gala de una vocación de articulista muy poco frecuente entre los altos cargos de las administraciones públicas. Esta es una afición que le viene desde finales de los 80, los tiempos en que fue alcalde del ayuntamiento de Agüimes y, posteriormente, cofundó, junto a los responsables de Ingenio y Santa Lucía de Tirajana, la Mancomunidad del Sureste de Gran Canaria. Esta comarca, hasta avanzado el siglo XX, era ninguneada por las instituciones insular y autonómica porque tenía a la agricultura como principal actividad y no había ni desarrollo industrial, ni turístico, por lo que el general de su población padecía condiciones precarias de vida.
No obstante, a partir del aumento de la diversificación económica del Sureste, del empoderamiento de sus ayuntamientos y de la innovadora apuesta por las energías renovables, las cosas cambiaron notablemente. Y ese periodo de evolución y progreso, con sus inquietudes y anhelos, se reflejaba, en los temas y problemas que abordaba, en los escritos de Morales, caracterizados, entonces, por un rigor divulgativo y por sólidas argumentaciones y análisis críticos que contribuyeron, de manera significativa, al debate público y político.
Pero, desde junio de 2015, en su trayectoria política hubo un notable cambio: llegó a ser presidente del Cabildo Insular, cargo en el que, tras ganar sucesivas elecciones, se mantiene hasta el presente. A partir de entonces, su mando en plaza en la poderosa administración cabildicia, poco a poco, pero sin pausa, le ha llevado a auto arrogarse un conocimiento absoluto de las cuestiones de interés y a pretender una efectividad indiscutible en sus acciones de gobierno. Nada nuevo, desgraciadamente, entre la generalidad de la clase política actual. Y, más aún, en la que se eterniza en los cargos.
Y consecuentemente, aunque su afán divulgativo no ha decaído, ya sigue publicando, cada mes, hasta tres artículos, su compromiso intelectual ha mermado sustancialmente. En sus escritos actuales el presidente ha normalizado el proyectar una auto imagen de líder excelente y garante del progreso y la innovación; el magnificar los logros de su gobierno, presentándolos como hitos incuestionables; el ofrecer una visión sesgada y unilateral de la realidad y omitir cualquier atisbo de oposición o crítica; y el repetir hasta la saciedad sus ideas fuerza y sus marcas. De manera prominente la “Ecoisla”, que, lejos de ser un térmico ecológico es, meramente, publicitario.
Además, frecuentemente da explicaciones simplistas, siempre favorables a las políticas llevadas a cabo, a realidades complejas y construye relatos maniqueos frente a los "enemigos" de Gran Canaria, a los que califica, entre otras lindezas, de negacionistas del cambio climático o de retardistas energéticos. Todo ello está reforzado por unos dispendios institucionales en publicidad -que son más que notables- con la finalidad de legitimar sus maneras de gobernar y sus políticas como las únicas posibles y realistas.
Desde hace años abundan en sus escritos los ejemplos de estas técnicas de manipulación. Como en su reciente artículo en torno al debate anual del estado de la isla, titulado Los tiempos han cambiado notablemente, en el que las despliega desde en el primer párrafo. Empieza su prolijo texto por “compartir los datos para que las organizaciones sociales y el conjunto de la población tengan una visión de primera mano de la realidad de Gran Canaria”. Continúa asegurando que “Estamos en condiciones de transmitir a las grancanarias y grancanarios buenas noticias de la evolución durante el último año”. Y sigue con una acrítica y sesgada retahíla laudatoria que “
acredita” con una relación de obras, muchas aún en inicio y no exentas de controversias, que, no obstante “visibilizan un gobierno insular que relaciona fines y medios” que es, nada menos, que “(…) la institución fiable que prioriza en sus decisiones el desarrollo y el progreso de Gran Canaria”.
Continúa su escrito narrando los porcentajes positivos relativamente de los niveles de ocupación, de desempleo, del índice de confianza empresarial y de crecimiento de los ingresos turísticos, eso sí, descontextualizados del dramático alcance de los problemas para que se visualicen como logros. Incluso, con respecto a las actividades turísticas, no puede resistirse a aseverar que “Como todos y todas saben, nuestra política turística y de promoción no es la de favorecer un incremento permanente y continuo de visitantes”. Aunque la aprobación por su gobierno del nuevo Plan Insular de Ordenación en 2022, que permite la creación de más de 129.000 nuevas camas turísticas -casi tantas como las que ya existen- contradiga, palmariamente, esa afirmación.
Concluye su panegírico con lo que considera la incontestable pujanza del puerto y del aeropuerto grancanarios y ¡del PIB de la isla! Todo ello, cómo no, es debido a que, con él a la cabeza, se están “Liderando políticas estratégicas que nos permiten avanzar hacia un siglo XXI más sostenible, solidario, igualitario, democrático y orgulloso de nuestra historia y nuestra identidad” .
En fin, como se ve, el presidente Morales hace mucho que en sus opiniones dejo de argumentar críticamente para pontificar sin pudor. Y esto no es de recibo, al menos, en esas Repúblicas de las letras que son las Secciones de Opinión donde no para de publicar.
Xavier Aparici Gisbert es filósofo y experto en gobernanza y participación.

























Luis Socorro | Domingo, 01 de Junio de 2025 a las 10:19:40 horas
MAGNÍFICO ARTÍCULO. Hay artículos que te pueden gustar más o menos. Incluso en los que te gustan, difícilmente estás de acuerdo al 100? su contenido. En este caso, lo suscribo en su totalidad. Enhorabuena, señor Aparici, por su análisis y, sobre todo, por la valentía. Muy pocas personas se atreven a criticar al todo poderoso Antonio Morales.
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