
Roberto Rivero Arencibia (San Juan, 21 de septiembre de 1984) ya quería dar órdenes en clase cuando era un joven imberbe de catorce años que jugaba en el histórico CD Faycán, en el que militó hasta su paso por el juvenil nacional del Calero y luego vestir la camiseta de la UD Telde en Tercera División. Ese anhelo lo llevó a ser entrenador en el CF La Garita y en la UD Valsequillo, hasta que en 2018 obtuvo su primera plaza docente en el IES San Sebastián de La Gomera. Hoy ejerce como profesor de Educación Física en el IES Tamogante, en Sardina del Sur (Santa Lucía de Tirajana).
“Ya en la época del instituto sabía que quería ser profesor de Educación Física”, declara Rivero en una de las mesas recreativas del parque Santa Rosalía, a escasos metros de donde pasó su infancia y convirtió el deporte en parte imprescindible de su vida. De niño jugaba en la plaza de San Juan, en la calle Licenciado Calderín y recuerda el terreno desaparecido que había debajo de su casa.
“San Juan es mi barrio”, comenta. “Siempre me gustó jugar aquí, en la peatonal”. Allí pasaba las tardes. “Jugábamos horas y horas en la plaza. Nos reuníamos en la calle de Profesor Francisco Cruz, y muchas veces terminábamos en San Francisco, jugando al escondite o al fútbol. Tengo muy buenos recuerdos de esta calle”.
Y de la calle al césped, como muchos otros niños. Se federó en el CD Faycán a los diez años y, con el paso del tiempo, a pasar por el Calero juvenil nacional, el Telde Atlético, el Marpequeña, la UD Telde y el CD Longueras. Durante muchos de esos años compaginó su papel de jugador con el de preparador en alevines, infantiles, cadetes y juveniles. “La formación de base es muy ingrata muchas veces, pero es donde más se puede enseñar de verdad”.
Entre calzarse las botas, dibujar tácticas en la pizarra, poner orden en el vestuario y estudiar Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la ULPGC, su sueño se cumplió en 2018, cuando era jugador del CD Las Longueras en Primera Regional. Obtuvo su primera plaza docente que lo llevó a coger las maletas para desplazarse hacia el IES San Sebastián de La Gomera, donde impartió por primera vez docencia.
Desde entonces ha trabajado en varios centros públicos: CEPA Güímar, CEPA Guía de Isora, CEPA La Gomera, IES Magallanes, IES Los Cardones y, desde hace muy poco, en el IES Tamogante, en Sardina del Sur, donde imparte sus conocimientos desde lo que para él significa enseñar: “Formar significa tener unos valores intrínsecos: el compañerismo, el trabajar todos a una, tener un objetivo común, y eso para mí es esencial".
Como profesor de Educación Física, Rivero reconoce que su asignatura aún arrastra una imagen distorsionada. No se la suele asociar a esfuerzo intelectual, ni a construcción de pensamiento, ni a formación de valores, aunque esté presente en todo eso. Él considera que esa percepción tiene raíces profundas, ligadas a una jerarquía de materias que prioriza lo académico abstracto frente a lo corporal.
En sus palabras, el sistema sigue tratando el movimiento como un añadido, no como una base. “Cada cuerpo y motricidad son distintas, y eso requiere adaptarse”. También exige reconocimiento, tiempo, recursos y atención. Pone como ejemplo sucedido durante el confinamiento de 2020. “Con el COVID nos volvimos locos la gente a hacer deporte en las casas, porque si no nos movemos, nos volvemos locos.” Recibía mensajes, vídeos, agradecimientos. No lo interpretó como algo anecdótico. Entendió que el cuerpo, en la enseñanza, sostiene más cosas de las que se suelen reconocer.
En lo metodológico, su paso por los banquillos le ha dejado clara la diferencia entre entrenar y dar clase. “En el fútbol, todos los que están quieren estar; en clase hay gente motivada y otra que aún no ha encontrado esa motivación.” En el campo, el deseo previo facilita el trabajo. En el aula, hay que construirlo desde el principio.
Una familia muy ligada al deporte y al servicio público
Hablar de Roberto Rivero es hablar de la familia Arencibia. Pocas familias son tan conocidas en la ciudad, y concretamente en el casco histórico, tan ligadas al deporte y al servicio público. Su madre, Carmen Dolores Arencibia, fue enfermera del CAE de Telde. Su tío, Agustín Arencibia Martín, ejerció como bibliotecario en el centro de la ciudad y es entrenador nacional de baloncesto, además de haber sido concejal en el Ayuntamiento.
“Mis referencias son mis padres. Ellos me dieron las pautas a seguir”, dice Roberto. Lo que ha recibido no se traduce en discursos, sino en formas de estar: puntualidad, compromiso, atención al detalle, respeto por lo que se transmite a los demás. Esa herencia se nota en la relación con sus hermanos y con sus primos, que estrechan mucho más sus lazos deportivos.
Su hermano Jaime es presidente del Club de Lucha Castro Morales: “Preside, lucha, organiza, cuida la arena y lleva a los chicos a entrenar.” Esa presencia constante lo convierte en una figura imprescindible dentro del club. Su hermano Jorge es luchador en el mismo club y, además, mantiene la tradición carnicera de su familia paterna en Valleseco.
Su primo Álvaro Arencibia es otra referencia. Pasó por la UD Las Palmas, el Salamanca, el Barakaldo, y llegó a entrenar con el primer equipo. Una lesión detuvo su progresión cuando estaba cerca del salto profesional definitivo. “Estuvo cerca del primer equipo. Las lesiones lo retiraron antes de tiempo, pero llegó a ser profesional.” De la misma forma recuerda a su tío Pepe: “Fue jugador del Telde durante muchos años y capitán del equipo. Siempre lo vi como un referente. Lo que yo quería era llegar al Telde y jugar en el Telde".






























Francisco Sancho Soriano | Domingo, 25 de Mayo de 2025 a las 21:32:35 horas
Mi enhorabuena, Roberto. Nunca olvidaré mi paso por el C.D. Faycán, como tampoco tu presencia en el club. Por mi parte, te felicito por tu incorporación a la docencia, en la que, como sabes, fui profesor de Filosofía... Un abrazo a ti y a todos los tuyos.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder