Fallece Mariano Ozores justo poco después del debate que surgió en torno a poner un distintivo o mensaje que alertase, más o menos, que las películas emitidas por el mítico Cine de barrio responden a otra época. Es el reino del absurdo. Claro que aquellos largometrajes de Ozores, el ‘landismo’ o el dúo conformado por Andrés Pajares y Fernando Esteso serían inasumibles algunas escenas suyas hoy. Y por fortuna, o por avances en igualdad. Mas no puede remarcarse todo momento, toda época, a la luz de la actualidad.
Para empezar, el programa Cine de barrio tiene el público que tiene los sábados p
or la tarde. No más. Es verdad que muchos nietos y nietas podrán verlo con sus abuelos, pongamos por caso, pero tampoco valoramos otras obras de arte expuestas en la calle, templos religiosos o cine histórico anterior señalando que es producto de un ciclo con unos principios distintos al nuestro.
Con todo, el cine del franquismo contenía mucha dosis de moral; en concordancia con la importancia de la Iglesia católica en la sociedad. Pensemos en títulos como Un millón en la basura (1967), que de facturación sencilla, abriga mensajes muy potentes sobre la vida y las miserias de las personas; tanto consigo mismas como con los demás. La dictadura franquista en su ideario proyectaba la sociedad desde la posición cardinal de la familia como institución.
El mismo landismo refleja igualmente el aperturismo sociológico de la España del tardofranquismo. Sí, trufado de machismo; pero es lo que era. Dejemos en paz a Cine de barrio y las películas de entonces. No forcemos situaciones que mecen entre el apetito censor y la banalidad uniformadora. El arte para ser arte requiere de libertad. Y si no te gusta, cambias de programa con el mando a distancia o pasas olímpicamente de la producción de Ozores, por ejemplo, que es el que ha dicho adiós. Ese mismo Ozores fue condecorado con el Goya de Honor de la Academia de Cine en España hace una década. Por algo es. Si se le tributó de este modo, como al actor Alfredo Landa, dejen los experimentos de poner rombos o recordatorios de cómo debe interpretarse el cine de antaño a la luz de 2025. Entre otras cosas, porque tendrán en 2040 o en 2050 el mismo derecho para observarlo como les plazca. Y no vamos a condicionarlo desde los prejuicios o la guillotina que algunos enarbolan en el presente; por cierto, un peligro constante. Este sí que es un clásico: la defensa de la libertad, dentro y fuera del cine.
























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