
Los programas electorales no los lee casi nadie. Mas parece que estos, incluso, no solo han cambiado las formas sino el fondo. Hubo un tiempo en el que ese mismo folleto explicatorio o encuadernación a todo color, contenía el propósito de construir parques y plantar árboles. Algunos dirán que eso era con el municipalismo de los primeros años de la democracia, cuando todo estaba por hacer, especialmente en beneficio de las clases populares, y que ya los consistorios están teóricamente a otro nivel y con superior caché. No hay nada más llano y colectivo que proyectar un parque: es para todos, no excluye y es un canto a la libertad. Porque son espacios en los que se puede pasear, hacer deporte, echarte la siesta o leer una novela bajo la sombra.
En Telde el parque de San Juan es una de las principales hazañas del que fuera alcalde, Francisco Santiago. Es inmenso. Y es que al margen de lo que pueda medir, basta con andar un poco para entender que nació con vocación generosa. Y ahí está: todavía para disfrute del pueblo. Además, lo bueno de los parques es que (casi) no tienen restricción horaria. Pueden ser visitados los domingos como un lunes por la mañana cuando justo los demás están trabajando. Pase lo que pase, el recinto no solo no se mueve sino que te recibe con los brazos abiertos.
En una actualidad en la que se jalea el rearme, el aumento del gasto militar y los peligros bélicos en lontananza, toca rescatar aquella otra política que mantenía intacta la ilusión de la democracia tras la Transición y por unas décadas, en la que anunciar el planeamiento de un espacio verde era motivo de pasión pública. Nadie protestaba por atesorar un parque más, el municipio que fuese.
Hoy, con tanta crispación, a saber si lo que era festejado a bombo y platillo puede ser una mera línea discreta en medio del bullicio partidista. Claro, se ha fabricado tanto y se han expandido de tal modo los pueblos y ciudades, que a ver cómo ideamos relanzar parques. También para las niñas y niños, que estos siguen teniendo la ingenuidad y la noble sonrisa libre de los malos augurios que azota la agenda cotidiana de los adultos. Quizá, y solo quizá, si pensásemos a ratos en ejecutar medidas públicas para la infancia, el nivel de degradación de la política se detendría. La alegría de los pequeños retozándose sobre el césped, no tiene precio.
























Un vecino | Miércoles, 21 de Mayo de 2025 a las 11:33:34 horas
Para disfrute de vecinos y ajenos, es un pulmón de la ciudad para pequeños y grandes, dicho esto.. hay partes del paseo en totalmente intransitable.. pa´romperse la crisma.
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