
En el tiempo presente los diagnósticos sobre la gravedad de los retos ecológicos, económicos y políticos que nos toca enfrentar a la humanidad son ya tan explícitos como rigurosos. El calado sistémico de sus interrelaciones es, así mismo, indiscutible. Y también resultan evidentes las responsabilidades generales, institucionales y concretas en esta dramática situación.
Y es que las generaciones actuales de la especie humana hemos llegado a dilapidar los bienes y recursos conservados por las anteriores y les estamos hurtando a las venideras los que necesitarán para sobrevivir, por lo que nos abocamos hacia un colapso sin remisión o a una urgente e incierta transición a la sostenibilidad.
Así las cosas y con todas las señales de alarma activadas, las inercias que aceleran el naufragio civilizatorio no solo no se están ralentizando si no que siguen acelerándose. Ni estando plenamente involucradas el conjunto de la especie, sus administraciones y élites de poder, pareciera que la vida cotidiana de las comunidades y los estados no se van a alterar para salir de esta encrucijada si no es de la peor manera posible, para “matar y morir”, a tenor de las desquiciadas arengas belicistas que se están promoviendo.
Lo que ya es incontestable La Tierra, su biosfera, sus especies y su humanidad, tiene un límite. Y Canarias, este notable y delicado archipiélago, desde luego, también. Por todo ello, el próximo domingo, 18 de mayo, la población inquieta por la normalizada incapacidad política de reconducir estos crecientes problemas vuelve a estar convocada a manifestarse. Y, asimismo, toda la gente indignada por la continuada servidumbre a intereses espurios de quienes están al frente de las instituciones canarias de gobierno.
Desde luego, la protección de nuestros espacios naturales y agrícolas, recursos hídricos y entornos marinos; las reivindicaciones del acceso generalizado a trabajo y actividades comunitarias, educación, sanidad, vivienda y barrios dignos; las exigencias de hacer decrecer las actividades turísticas, cambiar su modelo, plasmaciones y fines; y el habilitar recursos de todo tipo para socializar los bienes y servicios de esta tierra, son irrenunciables. Pero son solo el principio.
Porque la tarea a la que estamos llamadas las generaciones actuales que vivimos en Canarias es a transformar nuestro archipiélago en un ejemplo de solidaridad política, eficiencia económica y sostenibilidad ecológica, a ser un ejemplo de la tan deseable como aun insegura civilización de concordia, solidaridad y sostenibilidad planetaria que precisamos. Es ahora y estamos alzadas.
Xavier Aparici es filósofo.
Freeman | Domingo, 18 de Mayo de 2025 a las 13:32:15 horas
buenos en encadenar palabras tan seductoras como ambiguas e insustanciales desde el pragmatismo de la vida real, creadores de espejismos dialécticos. Hable de alternativas a cargarse los sectores básicos como la agricultura, la ganadería, la pesca, o como parece que quieren ahora, el turismo, a base de hiperregulaciones malintencionadas; plantee alternativas de independencia y superivencia económica del archipiélago y sus habitantes ante estas realidades acordes a la Afrenta 2030; esa que busca transformar las ciudades en granjas humanas hipervigiladas y controladas, los espacios naturales en lugares de restringido acceso, la libertad de pensamiento y expresión en censura, las mútiples visiones de las realidades científicas en un argumentario único lleno de manipulación que impide los debates públicos entre expertos, y la manipulación climática en una forma de justificar un "clima cambiático" falaz, para activar medidas autoritarias y opresoras con sus criminales políticas "verdes". Abramos los debates públicos, busquemos realmemte la verdad de los hechos, y eduquemos a nuestros hijos en el cuestionamiento de los dogmas, recordándoles en todo momento los conceptos de LIBERTAD, DIGNIDAD y RESPETO; que por cierto, no parecen destacar mucho en el texto de la Afrenta 2030.
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