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Jueves, 06 de Noviembre de 2025

Actualizada Jueves, 06 de Noviembre de 2025 a las 20:41:46 horas

Caminando hacia la desmemoria (CVI)

Cruces para la memoria (2ª parte)

Reflexión del cronista oficial de Telde, Antonio María González Padrón, licenciado en Geografía e Historia

TELDEACTUALIDAD/Telde Jueves, 15 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 15 de Mayo de 2025 a las 20:03:30 horas

(Recordando a mi catequista Mercedita Umpiérrez, y con ella a todas las catequistas que cada día se esfuerzan en acercar a Jesucristo, a los más pequeños de la grey).

 

Siguiendo el rastro de nuestras cruces más populares, debemos reseñar la llamada Cruz del Siglo. Mi buen[Img #979636] amigo, el canariólogo don Vicente Sánchez Araña, alcalde que fue de Santa Lucía de Tirajana, promotor de los actos conmemorativos a la conquista castellana en Ansite y fundador-director del Museo Arqueológico y Etnográfico de Hao, me contó que hacía tiempo estaba recopilando datos sobre todas aquellas cruces, que popularmente la feligresía conocía con el nombre de Cruces del Siglo. Pues según me manifestó, el Obispo de la Diócesis, haciendo caso a una orden papal, pidió a todos los municipios de Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote que elevaran una cruz en las estribaciones- montañas más elevadas de cada municipio. La Ciudad de Telde, eligió para tal fin, la Montaña de Las Palmas en el margen derecho de la carretera que sube a Valsequillo.

 

El primer día de enero del año 1900, se llevó en procesión al Madero Santo a hombros de varios feligreses. Entre canciones de júbilo y Santos Rosarios, se llegó a la cima y allí se plantó la gran cruz que, por su tamaño, era divisada desde los diferentes barrios de la ciudad. Tenía esa cruz, unos diez metros de altura y sus brazos se extendían dos metros y medio a la derecha y otros tantos a la izquierda. También sabemos que, para ello, se utilizó un pino canariensis traído de una finca del Conde de la Vega Grande que se encontraba en los altos de la caldera de La Tirajana. En otras montañas, altos de la ciudad y sus barrios han existido cruces, algunas de ellas anunciadoras de las fiestas locales, tal es el caso de la colocada en los años sesenta en Lomo Blanco, Altos del Valle Jinámar o la más notoria, establecida en la Montaña de Los Barros en el margen derecho de la carretera de Lomo Magullo a La Breña. En éste último caso, y según datos ofrecidos por el actual Concejal de Cultura del Muy Ilustre Ayuntamiento de Telde, don Juan Martel, en 1972, por iniciativa del entonces joven y entusiasta presidente del teleclub del Lomo Magullo, Don José López Martín, se erigió una cruz formada con dos pitones (llámase así a la flor de la pita que se dispone de un tronco central vertical y unos brotes horizontales, que partiendo del miso forman unas manos equitativamente dispuestas hacia los diferentes puntos cardinales).

 

Algo más tarde, y concretamente en el año de 1988, siendo presidente de dicho colectivo Don Juan Martel, se levantó en el mismo lugar una gran cruz de hierro. Ésta tenía unos diez metros de altura y su peso excedía los quinientos kilos. Completábase la misma con unas doscientas veinticinco bombillas, que al encenderse por la tarde-noche, la hacían visible desde los más distantes puntos de la ciudad y el municipio. Solía iluminarse el día 25 de julio, coincidiendo con la festividad del Apóstol Santiago, permaneciendo encendida los días que restaban de dicho mes y todo el mes de agosto. Actualmente, las fiestas de las Nieves son programadas y llevadas a cabo por el Patronato de Cultura y Fiestas El Manantial. Como anécdota, contaremos que la actual cruz se subió a trozos y portados éstos sobre lomos de bestias, de igual manera llegaron a esa cumbre el agua y el cemento, elementos necesarios para fijarla. Todo ello gracias al generoso préstamo de Don Juan Martel Gil (q.e.p.d.), quien dejara para esa ocasión un burro de su propiedad y su primo, José Gil Martel (q.e.p.d), que completó la acción dejando su burra. En 1988, siendo cura párroco de Lomo Magullo Don Juan Santiago Quintana, se bendijo.

 

Los que somos teldenses y hemos vivido en este municipio antes de 1970, tenemos recuerdos de altos y longos tapiales, así como portadas almenadas que defendían los límites de fincas y cercados agrícolas, pues sobre esas entradas y en la parte más alta de las mismas se colocaban cruces, todas ellas de madera, pero de distinto color. Las había que conservaban a través del barniz su color originario de madera, pero otras tal vez las más viejecitas, para evitar su progresivo deterioro, eran pintadas de canelo (marrón) y también de verde. Las cruces más destacadas entre éstas que acabamos de presentar fueron: la situada en la entrada misma de la finca llamada Del Convento, en El Altozano de San Francisco. La que se custodiaba en lo alto de la entrada principal a la finca del Baladero o Bailadero, hoy conocida por De Las Monjas. La que adornaba la fachada principal de la finca de las Tres Suertes, junto a la ermita de San Antonio del Tabaibal, pero la más imponente, pues la portada fue decorada con nada más y nada menos que cinco almenas, es la perteneciente a la finca que la familia Castillo posee en el Barranco Real de Telde. Sobre la almena central superior, una cruz de unos ochenta centímetros por cincuenta presenta la fuerza de un detente. Y, bajo ella, una cartela de mármol blanco con marco de cantería gris de Arucas reseña al autor, si no material, sí económico de tal construcción. La cartela en cuestión reza así: Esta portada se fabricó en tiempos de don Agustín del Castillo Conde la Vega Grande, sept. (septiembre) de 1828. En el Barrio de San Francisco, antes conocido como El Altozano o Altozano de Santa María de La Antigua, existe hoy un Viacrucis, que posee la peculiaridad de que cada cruz es distinta en forma. Según parece, fueron los franciscanos del cercano convento, quienes fabricaron y dispusieron las diferentes cruces a lo largo de las calles del lugar, Tres Casas, Carreñas y Portería. Durante la II República, con gran disgusto para los creyentes católicos, se dictó una Ley, aparentemente democrática, en la que basándose en la separación del Estado con la Iglesia y abogando a la libertad de culto y creencia, se conminaba a quitar todos los símbolos religiosos de los diferentes lugares públicos (escuelas, hospitales, asilos, plazas, calles, etc.) y nuestro Ayuntamiento, no se lo pensó dos veces mandando a arrancar de las nobles paredes enjalbegadas de nuestro histórico barrio, todas las cruces allí existentes. Avisado el cura párroco, Dr, D. Pedro Hernández Benítez de lo que iba a suceder a la mañana siguiente, le pidió al joven estudiante de Bellas Artes José Arencibia Gil, que hiciera tantos dibujos de cruces como las que existían en San Francisco, destacando sus peculiaridades y dejando constancia del número de la casa y los nombres de las calles en donde éstas se encontraban.

 

Como algunos de mis lectores han puesto en duda la radicalidad de este relato, pues según ellos los distintos gobiernos republicanos no hicieron nada en contra de los creyentes católicos, vaya aquí la reproducción exacta de un artículo de opinión firmado en 1932 por don Miguel de Unamuno, que lo tituló EL CRUCIFIJO EN LA ESCUELA. Y dice así: He aquí un testimonio poco sospechoso de parcialidad a nuestro favor, contra la orden de retirada del Crucifijo en las escuelas:

 

En estos días las mujeres, las madres de una famosa villa de esta provincia de Salamanca, se amotinaron al saber que se iba a quitar el Crucifijo de las escuelas, y ha habido que dar satisfacción al sentimiento de ese motín popular, hondamente popular, contra una orden disparatada. Disparatada y perdónenos el que la haya dado, de inspiración no solo anticlerical, antipopular y antihistórica, sino también antipedagógica. La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento popular, hasta de los que carecen de creencias confesionales.

 

¿Pero autoriza ello a que se le retire de las escuelas, donde es arma sino símbolo de la tradición nacional, popular- esto es, laica- y emblema de la Historia que nos ha hecho? ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? ¿ O qué otro emblema confesional?

 

Porque hay que decirlo claro, y en ello tendremos que ocuparnos: La campaña con el Crucifijo en la escuela nacional es una campaña de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Poque lo de la neutralidad es una engañifa.

 

A finales de la década de los noventa del pasado siglo XX, los vecinos del barrio, a través de su Asociación, pidieron al Señor Alcalde que se repusieran dichas cruces, labor encomiable que se llevó a cabo por los carpinteros del Servicio de Patrimonio Histórico-Artístico. Era por entonces Concejal Don Antonio Benítez Sanabria.

 

Se tuvo sumo cuidado en reproducir la forma originaria de cada una de ellas, disponiéndolas cuando fue posible en su lugar. No obstante, debemos decir que la que iba a ser colocada en la calle Tres Casas Nº1, no se llevó a efecto, toda vez que los dueños aterrados por la memoria de la II República no dieron el permiso, diciéndole a este Cronista, que ahora parece todo tranquilo, pero nunca se sabe, todo puede cambiar de un momento a otro y ya en el 35 nos salvamos de que nos prendieran fuego a la casa, obligándonos a nosotros a quitar la cruz. De todas las cruces existentes en este peculiar viacrucis, hay dos que datan de finales del siglo XVII y que jamás fueron quitadas de sus lugares originarios. Hoy lucen de verde, a diferencia de las anteriores que están, unas barnizadas y las que más pintadas de marrón o canelo.

 

Ya el año pasado 2024, un grupo de artistas florales patrocinados por la Concejalía de Cultura y Patrimonio Histórico, dirigida por don Juan Martel, decoró con bellísimas flores unas cuantas cruces, pertenecientes al vistoso Viacrucis franciscano y este año la decoración alcanzó al total de las mismas. Es justo que recordemos aquí el ímprobo trabajo realizado por Francisco Javier Santana Ravelo, Juan Marrero Deniz, Fernando Martín Moreno. Todos ellos magistralmente coordinados por el artista floral teldense, Segundo Amador Martín.

 

Mi buen amigo y excelente poeta, Julio Pérez Tejera, obrador de bellísimos poemas, ha escrito para la ocasión, unos versos, en los que se entremezclan la profundidad dogmática de la veneración a la Santa Cruz y la llaneza en cuanto al empleo del Español. Nadie como él sabe conjugar inspiración y técnica para obtener tan altos resultados.

 

Al hijo del carpintero,/tres clavos y una lanzada,/en una Cruz levantada/como altar para El Cordero.//Transformación del madero/que unas manos de ternura/visten flores de hermosura/a la desnudez del Leño/porque no sea ¡ni en sueño!/Instrumento de tortura.

 

Actualmente de todas las cruces de San Francisco, hay una que no se encuentra en su lugar. Ésta, estaba a la entrada misma del barrio, en la calle Carlos E. Navarro Ruíz, concretamente sobre la fachada de la casa de doña Abigail, hoy de los herederos de don Gilberto Monzón Mayor. La causa de su ausencia viene dada por el siguiente motivo: hace ya una veintena de años, cuando ese antiguo edificio fue restaurado y rehabilitado como vivienda particular, se le sustrajo la cruz para que no sufriese daño en las obras que allí se llevaban a cabo. Al no reponerse la misma, preguntamos al Servicio de Patrimonio de nuestro Ayuntamiento el por qué, y se nos dijo que, por orden del funcionario don José Juan (Pijuán) Sanabria Estupiñán, adscrito al departamento de Urbanismo y Patrimonio Histórico, había sido llevada al Valle de los Nueve. Efectivamente, a un lado del célebre puente del Barranco del Tundidor se instaló de manera definitiva la cruz anteriormente mentada, queriendo así recordar a cuantos habían perdido la vida en dicho lugar. En el mismo valle y según me relata mi buen amigo Pelayo Suárez Alejandro, existe un lugar conocido desde antaño como El Lomo de la Cruz. Éste aparece en varias escrituras de los siglos XVII y XVIII.

 

También en San Francisco podíamos deleitarnos con dos cruces de cantería, cuyos diseños fueron realizados por José Arencibia Gil en los años sesenta del siglo anterior. Una de ellas es algo más que una simple cruz, pues sobre la misma está esculpido el cuerpo de Jesucristo. Y a manera de hornacina, un arco de medio punto coronado por un frontón triangular da prestancia al conjunto elaborado todo ello en piedra amarilla, levantado a los pies mismos del llamado Árbol Bonito. Como ya dimos a conocer en su momento, Arencibia Gil fue el diseñador de la obra, pero queriendo ayudar a su amigo Plácido Fleitas, también escultor teldense, le pidió que fuera él quien la ejecutara. Éste la comenzó, pero pronto tuvo que abandonar el trabajo, pues una enfermedad mortal lo estaba debilitando. Así le pidió a su aventajado discípulo Manuel Marrero, natural de Arucas, que siguiera adelante con el proyecto hasta su conclusión, cosa que hizo con gran soltura y maestría.

 

Al final de la calle Portería, concretamente ante la espadaña de la Iglesia franciscana, fue el lugar elegido para colocar la segunda cruz arencibiniana. Conocida como la Cruz Roja, pues tal era el color de la cantería con que se hizo. Ésta procedía del suroeste de Gran Canaria. ¿Cómo era esta cruz, perdida definitivamente después de una reposición del pavimento de dicha calle? Pues, en un pódium de tres amplios escalones, formando perfectos cuadrados superpuestos, se levantaba una sólida pilastra cuadrangular de 50x50 centímetros de perímetro y una altura aproximada de dos metros. Sobre ella, una Cruz Griega coronaba este monumento en honor a la Orden Franciscana, que había habitado el convento aledaño desde 1610 a 1836.

 

En muchos espacios de Telde, encontramos otras cruces labradas en altorrelieves en lápidas o placas de cantería. Suelen colocarse éstas en los frontis principales de las casas, sobre las entradas de las mismas. La Cruz se encuentra custodiada por los símbolos de la crucifixión: clavos y corona de espinas, teniendo en su base el lema: Ave María o el más completo de: Ave María Gratia Plena. Así, podemos verlas en la calle Placetilla y también al final de la calle León y Castillo, en una casa viejecita que se encuentra oprimida entre un colegio público y una casa de nueva construcción. En el Cascajo de Santo Domingo como era el caso de la calle Cruz de Ayala, y en otros muchos lugares del populoso barrio de Los Llanos de San Gregorio, existieron varias lápidas de igual diseño, pero debemos lamentar que la mayoría de ellas se perdieron al ser derribados los edificios originales y sustituidos por nuevas construcciones. Muchos visitantes del barrio del San Francisco se sorprenden porque, en muchas de las entradas principales de sus casas, hay una o tres almenas y sobre ellas siempre una cruz. Debemos aclarar que no todo el mundo podía tener almenas coronando las entradas de sus domicilios. Había que demostrar cierta hidalguía o al menos, el ser castellano viejo. Así la existencia de una almena proclama el estatus de cristiano viejo y el de tres almenas el ser poseedor de cierto grado de nobleza, aunque ésta sólo fuera la hidalguía que daba el ser mando militar de las llamadas Milicias Locales. Capítulo aparte merece el centenar de cruces que, en las carreteras del municipio, señalan los lugares en el que han ocurrido desgraciados accidentes de tráfico o de trabajo, así como algún que otro suicidio. Éstas cruces de menor tamaño suelen estar profusamente decoradas por la tradición muy arraigada, de poner flores sobre ellas. Hemos dejado para el último lugar la leyenda o verdad histórica, no lo sabemos a ciencia cierta del llamado Árbol de la Cruz, que se encontraba en la finca de la familia León y Castillo en San Antonio del Tabaibal. Según parece el árbol que resultaba gravemente dañado, fue cortado a hachazos por unos campesinos a sueldo del señor Marqués del Muni, y en un momento determinado, el tronco principal se abrió en dos, encontrándose en su interior una cruz, que algunos señalan de madera y otros mantienen que era de hierro. Lo cierto es que se corrió de la voz del aparente milagro. El señor marqués levantó un oratorio en estilo neocanario, colocando en unos nichos situados a ambos lados de la entrada, las dos mitades del tronco con la cruz señalada y con el resto de la madera, se hicieron cientos de pequeñas cruces que se repartieron entre los vecinos del lugar y de todo Telde. Llegados a la fecha del 3 de mayo, en que se celebra la Santa Cruz, se llevaba a cabo una romería o procesión en el que todos los asistentes portaban una cruz en su mano derecha y entre canciones y rezos, llegaban a dicho oratorio, lugar en donde se celebraba una Santa Misa para todos los asistentes.

 

Debemos mentar las cientos de cruces que cada 3 de mayo se colocan en nuestras fachadas, bellamente adornadas con flores, es una tradición muy arraigada en Telde y en todo el Archipiélago.

 

Otras tantas, encontramos por caminos, veredas, carreteras y autopistas. Éstas son las más dolorosas, pues indican la muerte de un peatón o de un conductor, cuando no, de varias personas. Las hay de madera, de piedra, cemento, hierro, muchas de ellas ya sin flores y otras decoradas con flores de plástico multicolores, aunque en el mejor de los casos, también las hay que cada semana se sienten renovadas por nuevas flores de temporada.

 

Como siempre, tenemos que rasgarnos las vestiduras a la hora de lamentarnos de tener que pasar de puntillas sobre éstas y otras historias, pues un verdadero estudio daría para un libro. Esperamos y deseamos que al menos, este breve relato sirva para estar atentos a no perder más Patrimonio Cultural. 

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