Desde hace muchos años, venimos denunciando la deriva del Pride de Maspalomas. Este año se conmemora su 24 edición y sin embargo pareciera que fue ayer cuando algunos visionarios hicieron posible que, en el mes de mayo, - de baja temporada turística -, naciera un evento de estas características. Pride y Orgullo comparten un objetivo universal: que nadie tenga que pedir perdón por ser quien es. Pero ignorar sus diferencias es borrar las particularidades de cada lucha.
El Pride aporta visibilidad más global, el Orgullo una resistencia arraigada en la diversidad cultural. Ambos necesarios, porque la igualdad no se decreta; se construye desde las trincheras de cada historia. Sin embargo, tras esa aparente similitud se esconden matices históricos, culturales y políticos que reflejan luchas distintas, aunque convergentes. Eso no nos puede dividir, nos tiene que enriquecer.
El “Orgullo” carga con un matiz cultural distinto: en sociedades donde el colectivo suele primar sobre lo individual, declararse "orgulloso" desafía no solo al sistema, sino también a estructuras familiares o religiosas arraigadas. Mientras el Pride, se ha mercantilizado, con marcas que utilizan el arcoíris sin apoyar causas reales. Además de apropiarse de algunas identidades para cubrir el expediente de la reivindicación.
Lo que nació al principio del año 2000, como una celebración impulsada por el turismo LGTBI, donde el ocio, la reivindicación y la cultura se daban la mano, ha ido difuminándose a lo largo de estos años, ahora tan solo, para hacer lo indispensable, con una apariencia de lo que no es, sin una apuesta clara por todas las identidades del colectivo, - para ellos, pero sin ellos-. Sin que se devuelva parte de las ingentes ganancias en la población LGTBI de San Bartolomé de Tirajana, el Pride de Maspalomas no podrá ser “orgulloso” hasta que parte de sus beneficios no repercutan en la población LGTBI y no con unas migajas, en actividades que poco trasciende a la sociedad por el escaso interés que muestran sus organizadores y no los colectivos que participan, escasa o nula publicidad comparado con el despliegue que se hace de las actuaciones en el escenario central del Yumbo o las pool party y fiestas privadas, como se ha hecho hasta ahora.
Las administraciones públicas que participan en este evento deben exigir transparencia en las ganancias, al menos a la ONG que lo hace posible, no se entiende acciones de cualquier colectivo que no esté bajo la supervisión de su asamblea, pero, sobre todo, de las entidades públicas que prestan su apoyo y recursos, sean materiales, humanos o económicos.
Nos enfrentamos a grandes retos como el desplazamiento de nuestra población LGTBI a otros lugares fuera del municipio de San Bartolomé de Tirajana, debido al alza de precios en estas fechas que lo hace prohibitivo. Desde hace años, venimos denunciando el impacto ambiental que se produce en nuestro espacio Dunar, frágil, que se daña al ecosistema y, tenemos la obligación de concienciar desde nuestros espacios también. Hay que trabajar, conjuntamente con colectivos LGTBI – para ellos, pero sin ellos - y administraciones públicas para evitar que el negocio turístico opaque las demandas sociales.
El Pride debe ser, tanto una fiesta como un grito de resistencia, donde nadie deba esconderse ni ser perseguido por su orientación, identidad o expresión de género. Debe mantener su esencia política porque es, ante todo, un movimiento de resistencia y lucha por derechos humanos..,desde la acera de enfrente.
Gregorio Viera Vega fue concejal socialista en el Ayuntamiento de Telde























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