La Casa Real acertó con el momento de realizar la abdicación de Juan Carlos I. Midió los tiempos a la perfección. Enseguida olió que los resultados de los comicios europeos de 2014, en los que irrumpió Podemos y se materializaba Ciudadanos, barruntaban la quiebra del bipartidismo dinástico y sistémico. Y así sería; el Congreso de los Diputados que surge tras la cita con las urnas en diciembre de 2015 nada tiene que ver con el anterior de noviembre de 2011, el de la primera y única mayoría absoluta de Mariano Rajoy.![[Img #1017475]](https://teldeactualidad.com/upload/images/03_2024/967_rafael-foto-reducida-225.jpg)
En la operación de la abdicación el PSOE se comportó, teatralizaciones al margen, y retórica del recuerdo a la legitimidad republicana desde la derrota del 39 y el exilio, con una lealtad exquisita. Y en este menester, tuvo un desempeño especialmente valioso Alfredo Pérez Rubalcaba. Este ya sabía que su vida política había llegado al final, tras los adversos resultados europeos de 2014, y que el PSOE necesitaba un relevo; mas Rubalcaba quería cumplir fielmente con un último servicio de lealtad institucional y aprecio hacia Juan Carlos I. De hecho, el rey con quien tuvo la mayor empatía y relación fluida de los presidentes del Gobierno, fue con Felipe González. Y Rubalcaba es un cuadro, de los de mayores hechuras, del ‘felipismo’ y del PSOE que nace en Suresnes. Por cierto, nos quedaremos con la duda de qué hubiera sido del ‘procés’ y la tensión territorial catalana, si en vez de Rubalcaba hubiera ganado Carme Chacón en la cita congresual de Sevilla en 2012.
Que la abdicación contase con el respaldo bipartidista fue esencial. Un poco más tarde, con Podemos en el Parlamento, ya hubiera sido (casi) imposible que Juan Carlos I pasara el testigo a Felipe VI sin sobresaltos. Entre otras cosas, porque el papel del PSOE hubiese sido aún más comprometido de lo que fue; recordemos que España estaba azotada por la galerna de austeridad y recortes tras la crisis financiera de 2008. La resaca social era importante, se notaba a diario.
Tan responsable fue Rubalcaba en su tarea, que incluso, en 2011, en el debate electoral en televisión con Rajoy, el candidato socialista anticipó implícitamente su derrota pues dispensó un trato al gallego desde un rol de próximo líder de la oposición. Si fue o no un error, que pudo serlo, es otra cuestión; pero lo que subyace, en todo caso, es que Rubalcaba entendía y se desenvolvía con las reglas emanadas de la Transición y del sistema del 78 que, pronto, sería zarandeado.

























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