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Jueves, 25 de Septiembre de 2025

Actualizada Jueves, 25 de Septiembre de 2025 a las 18:15:53 horas

Primera Plana

Perros en la barricada

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL Sábado, 26 de Abril de 2025 Tiempo de lectura: Actualizada Sábado, 26 de Abril de 2025 a las 06:56:19 horas

Cuando todo es instantáneo, ya nada es urgente. Pero los valores y principios es lo que queda al final de todo. Uno no es lo que dice (o no solo) sino es, esencialmente, lo que hace o deja de hacer con referencia a lo que manifestó previamente. Vamos, la congruencia. Y, por tanto, las esferas son múltiples. Las películas nos las muestran. En el Derecho del Trabajo opera la relación desigual entre patrón y tr[Img #1017475]abajadores. Y los largometrajes sobre el ramo, se dedican a poner el foco en eso. Pongamos por caso, ‘Los lunes al sol’ (2002), dirigida por Fernando León de Aranoa.


En una secuencia, los protagonistas (hombres de mediana edad que han sufrido un ERE en el astillero fruto de la reconversión industrial) hacen repaso de sus acciones cuando tocó pelear por sus garbanzos todos juntos. Y entonces aflora la visión particular de cómo vivió cada uno el trance desgarrador del cierre. Mas también los reproches. El yo estuve pero tú no. El mira como aquel compañero se la jugó aun teniendo pareja y chiquillos mientras tú te hiciste el sueco. En fin, las andanzas de siempre desde que el mundo, mundo es. 


Un convenio colectivo puede ser un instrumento evangelizador. Mucho más que la nevera que compras a plazos el sábado por la tarde en un centro comercial donde la muchedumbre va a perderse mientras mata sus soledades mutuas. Y así, a lo tonto, pasan la tarde. Porque detenerte una tarde de sábado para comprobar el vacío existencial que asoma, es muy duro. Solo lo salva el compromiso y las ganas de luchar, en plantar batalla. En la vida conviene dar, al menos, algunas batallas. Porque la obra es lo que queda. La nevera que te compraste acaba por romperse, y aquel televisor de última generación derivará en un enclave de residuos para mayor gloria de la sociedad de consumo.


Los perros cuando mueren nos recuerdan la muerte. Son como anticipos de los que nos tocará tarde o temprano. El perro te adelanta el misterio de la vida. Mas cuando un perro en el vecindario ladra, el resto hace lo propio. No hay perro que ladre solo. Comienza uno y enseguida los demás se suman como si fuera una sinfonía de rebeldía o alegría colectiva. Porque vete tú a saber que se dicen los perros entre sí, mientras estás duchándote porque el tiempo apremia y no llegas a la reunión. No haces caso a la orquesta de ladridos que ambientan la calle y, sin embargo, eso en apariencia tan simple, lo es todo. Resulta que los perros tienen conciencia de clase. Y nosotros basculamos entre las miserias del ego y la ignorancia de no diferenciar lo banal con lo realmente importante. Ladremos.

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