George Clooney y Donald Trump han protagonizado una discusión en el que el actor ha recordado la importancia de la libertad de prensa y el presidente estadounidense le ha tildado de actor de segunda división. Más o menos, esto es lo que ha ocurrido. Resulta que en la larga trayectoria de George Clooney como profesional del cine, está su participación en el largometraje ‘Buenas noches, y buena suerte’ (2005). Una película que narra las vicisitudes del periodismo en la década de los años cincuenta del pasado siglo en Estados Unidos, justo durante la ‘caza de brujas’ del macartismo. Entonces el periodismo, para ser independiente, tuvo que arrostrar las intromisiones del poder político que veía agentes soviéticos en todos lados y, de paso, de este modo sibilino, amordazar a los medios de comunicación. Un mero pretexto al rebufo del patriotismo sobredimensionado.
A ningún político le gusta tener que lidiar con los medios de comunicación. Y el que no, suele decirlo con la boca chica. Y da igual que sea Trump, Pedro Sánchez, la presidenta de la Comunidad de Madrid o el alcalde de Valsequillo o La Guancha. Una cosa es el discurso de cara a la galería y otra distinta tener que digerir las noticias en cada instante de la jornada. La presión va a más.
Desde luego, Trump no quiere medios críticos. Ya fue conocido durante la campaña electoral cómo la prensa tradicional se arrugó ante el ‘trumpismo’ pues dejó de pedir el voto en su editorial (tradición anglosajona, no europea) para pasar a un silencio que mirase hacia otro lado.
Que George Clooney alce su voz, con indudable repercusión pública, espolea a la sociedad civil que, antes o después, acabará denunciando las extralimitaciones de la Administración Trump. El mandato acaba de empezar, queda aún mucho. Pero a este ritmo se antoja muy difícil que no haya organización de la ciudadanía para usar sus derechos fundamentales que pongan pie en pared al ‘trumpismo’. De nada vale la legitimidad en las urnas, del gobernante que sea, si después lo dilapidas inyectando (por acción u omisión) conflictos constitucionales. Trump es un empresario. No es un líder político. No es un sabio. No ostenta un rango medio de conocimientos, la cultura propia del cargo, aunque sea lo mínimo que se despache. Es un ego en la Casa Blanca, un magnate acostumbrado a que su capricho sea orden. Látigo del tirano.
Olga Maria Rivero Santana | Jueves, 27 de Marzo de 2025 a las 11:38:53 horas
El llamado "cuarto poder", es decir la pensa en todos sus formatos, siempre ha estado y estará en el punto de mira del Poder politico, para manejarlos a su antojo, para que estén a "su servicio" y lee sirvan de medios propagandísticos y de transmisores de sus "doctrinas", para así "anular" totalmente" a la ciudadanía.
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