La guerra entre Ucrania y Rusia (tras la invasión ‘putiniana’) y las derivadas de la llegada ‘trumpista’ a la Casa Blanca son asuntos de máxima actualidad. El orden internacional, ungido tras la Segunda Guerra Mundial, está siendo sometido a vaivenes inesperados. Al menos, para la placidez de los socios europeos que, ahora, se sienten desprotegidos. Todo esto estuvo ayer flotando en la disertación que ofreció Carlos Taibo en la Casa-Museo León y Castillo en Telde. Taibo, ya jubilado, fue profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid. Especialista en la Unión Soviética y los países de la Europa del Este, daba una asignatura optativa (el último curso) sobre esta materia que el que suscribe tenía claro querer cursarla nada más empezar el plan de estudios en la Facultad. Y precisamente con él tuve mi último examen.
Recuerdos al margen, Taibo es también conocedor del anarquismo. Toca ser rebeldes ante el poder establecido cuando las ideologías ya no nos asisten con las certezas de antaño. El anarquismo siempre está a nuestra disposición, con o sin premisas asentadas del pensamiento político. Igualmente en la posmodernidad se puede reivindicar el anarquismo. Taibo tiene numerosas publicaciones, sobre este y otros extremos, en la editorial Libros de la Catarata. Es un autor célebre en este sello editorial. Textos combativos que se leen bien. Munición para comprender y superar las adversidades de la actualidad.
Si Donald Trump está protagonizado cada jornada titulares alarmantes, a veces chirriantes o alocados, con un ritmo que ya no asombra porque lo conocemos de su primer mandato, con igual intensidad o más estamos deseando que finalice su estancia en la Casa Blanca. Humilló a Ucrania en la recepción de Volodímir Zelenski. Trató al presidente de Ucrania con ánimo de arrinconarlo. Este se resistió. Pero igualmente Zelenski se dejó utilizar por la Administración Biden para proseguir un conflicto con Rusia que tiene perdido de antemano. No se puede vencer a una potencia nuclear.
Por eso Francia hace valer su capacidad nuclear, por reducida que sea en comparación con Estados Unidos y Rusia. Europa está inmersa en una carrera armamentística que será necesaria si Trump continua mandando pero será un derroche si los demócratas retornan al poder en la próxima cita electoral. Conjugar todo esto, ganar tiempo, es el reto a afrontar mientras China gana predominancia en un mundo donde Europa pinta ya poco, o cada vez menos. A Trump no le interesamos.
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