A la hora de escribir este artículo el portavoz parlamentario del Partido Popular, Miguel Tellado, no había dimitido ni se había disculpado ante el ministro Ángel Víctor Torres después de que este desmintiera tajantemente con pruebas fehacientes las acusaciones del comisionista y delincuente confeso Víctor de Aldama.
En todo caso, el que tiene que demostrar la culpabilidad es el que acusa y no es el acusado el que tiene que probar su inocencia. Pero así y todo, Torres la probó con certificados de las aerolíneas en las que voló precisamente el día en el que Aldama lo situaba en un piso de Madrid junto a supuestas mujeres prostituidas, a las que el machista, petulante y repipi Aldama denomina señoritas con retintín.
Tellado, que debería llamarse Corin por las historias que se inventa cada día, pidió unas cuantas veces la dimisión del ministro de Política Territorial basándose únicamente en las falsas declaraciones de Aldama ante el juez. El portavoz popular prefirió desde el primer minuto creer al delincuente confeso antes que al ministro canario. Eso denota y describe la naturaleza del personaje.
El expresidente socialista del Gobierno de Canarias neutralizó e invalidó todas esas acusaciones del delincuente confeso, de las que se valió el portavoz del PP para enmierdar más aún el pestilente y mugriento patio político.
Sin embargo, el altanero y redicho portavoz popular en el Congreso (ese señor calvo con gafas, en palabras de la ministra Montero) no solo no se ha disculpado ante Torres sino que esta semana ha vuelto a pedir su dimisión, en este caso paradójicamente por no haber cometido los delitos por el que le acusa el comisionista cómplice del PP.
Antes pedía su dimisión por supuestamente delinquir y ahora la pide por haberle defraudado y demostrado que no delinquió. Tellado ha demostrado ser un político miserable y faltón. Es muy comprensivo con su correligionario valenciano Carlos Mazón, al que no le pide la dimisión ni lo acusa de nada más que de alargar su sobremesa. En cambio es intolerante con un ministro acusado falsamente y que ha demostrado que las incriminaciones del delincuente confeso, que ni siquiera sabe pronunciar bien su nombre, son papel mojado.
Torres ha sido en este caso una víctima que ha tenido que sufrir la pena del telediario por unas inculpaciones que se han demostrado falsas. Sin embargo, la oposición sí que pide insistentemente la dimisión del Fiscal General del Estado cuando ni siquiera se sabe si habrá juicio oral, por lo que aún se desconoce si va a sentarse en el banquillo.
La derechona siempre tiene dos varas de medir: una mide la paja en el ojo ajeno y la otra la viga en el propio. Ayer mismo se supo que el presidente del Parlamento de Baleares, de Vox, tendrá que sentarse en el banquillo por un delito de odio contra dos diputadas socialistas.
Se sabe que ese hombre, que se llama Gabriel Le Senne, ha sido procesado y será juzgado pero aún no hemos escuchado al pizpireto portavoz popular pedir su dimisión, quizá porque la ultraderecha en Baleares respalda al gobierno del PP. En Baleares, el PP sin Vox no es nada, parafraseando a Eva Amaral.
Es curioso ver cómo una buena parte de cargos de Vox, ese partido tan patriota y radical en su españolismo blasonado de hojalata, tiene muchos apellidos con pocas connotaciones de solera española. Ortega Smith, Hermann Tertsch, Ndongo, De Meer, Steegmann, Kuijpers, Rings. Son los mismos que denunciaban que hubiese tanta gente con apellido extranjero que cobrara la paguita. Pues esa humilde paguita es un mojón al lado de sus opíparos sueldos.
Lo bueno del enfrentamiento entre la ministra de Hacienda y la de Trabajo es que finalmente la derechona ha tenido que apoyar a una, aunque solo fuera para fastidiar a la otra. Si crítica a María Jesús Montero por su afán recaudador (a ver qué otra cosa puede hacer una ministra de Hacienda) a la vez que aplaude a Yolanda Díaz y al tiempo que cínicamente la respalda para no subir los impuestos a los beneficiarios del salario mínimo, finalmente tendrán que tragarse el sapo Feijóo, Cuca y Tellado.
En realidad, la derechona lo que busca es no subir los impuestos a los ricos y prueba de ello es que sus máximos representantes se los han bajado en las comunidades en las que gobiernan. El ejemplo más palmario lo tenemos en Madrid con la presidenta de la Comunidad, la que vive como una reina en la selecta burbuja de cristal del ático millonario de Alberto Quirón, supuestamente pagado con dinero negro de sus fraudes con Hacienda. Entre comisionistas anda el juego, aunque la banca siempre gana.
Los portavoces de la diestra confunden sus haciendas particulares con la Hacienda Pública. Por eso cuando critican la política fiscal del gobierno de España afirman siempre, tajante e indefectiblemente, que el dinero recaudado se lo llevan Pedro Sánchez y Montero a su casa cuando ese dinero público no es para pagar expresamente el sueldo del gobierno sino para cimentar el Estado del bienestar.
Se recaude más o se recaude menos, los miembros del Gobierno van a cobrar exactamente lo mismo, como lo hacen todos los funcionarios españoles, independientemente de las cifras de los Presupuestos Generales del Estado.
La desmemoria selectiva le juega una mala pasada al PP porque se olvida de Bárcenas, Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana o Jaume Matas cuando robaron a espuertas el dinero público.
Ellos sí que confundían el erario de todos con su hacienda particular. Cree el ladrón que todos son de su condición. Y lo peor es que la oposición lleva mucho tiempo creyéndolo. Y el que le queda.
Cristóbal D. Peñate es periodista.























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