
Estamos pendientes del papa Francisco. Su ingreso hospitalario parece que se complica, a tenor de los partes. A la bronquitis se suma una neumonía bilateral. Jorge Mario Bergoglio tiene 88 años. Todos sabemos que antes o después la muerte asoma, esperemos que no sea el caso. Y el jesuita pueda seguir rigiendo la Iglesia católica un tiempo más. Ha sido un revulsivo, una persona carismática y bonachona que atrae al resto con la luz de la nobleza que desprende. Le necesitamos.
Mas la vida rebasa a la muerte. Esa es la finalidad última de la esperanza en la que tanto incide el papa Francisco. La transcendencia anula la muerte, la torna en mero tránsito. La vida y la muerte son, por tanto, dos caras de la misma moneda. Convivimos con ella, con la muerte, en nuestra cotidianeidad. Está presente. Pero sin temor. Porque el mensaje de Jesús es el del amor a la vida, al prójimo, no es la irradiación del temor. Quien no reconoce la dimensión humana que lleva implícita el respeto al otro y la aceptación de la trascendencia, niega a Dios en cuanto que este es vida anticipada.
Cuando la persona entra en el sótano del egoísmo, del ensalzamiento pecador anidado en uno con efecto de maldad, el alma se deprime, se encoje y desconecta de la vida, que son los demás ya en la tierra. Es una espiral endiablada, nunca mejor dicho.
La deidad está en los detalles. La grandeza de vivir está en los detalles. El amor más profundo y limpio descansa en los detalles. El papa Francisco suele llamar a la parroquia católica de la Sagrada Familia, en la franja de Gaza, Palestina, para interesarse. Esa llamada no resuelve nada. Esa llamada no paraliza la matanza. Esa llamada no revuelve las relaciones internacionales ni inquieta a los líderes mundiales. Pero esa llamada denota que persiste la vida. Incluso, que la vida supera la maldad y la muerte. Es entonces cuando esa llamada no es nada y lo es todo. Es justo cuando esa llamada esparce el evangelio. En otras palabras, es la esperanza.
Sigamos a la espera de la evolución del papa Francisco, deseándole una pronta recuperación. El horizonte que nos aguarda desata incertidumbre y voracidad neoimperial espoleada por la avaricia del capitalismo. El olvido al pobre. Porque cuando se ignora la pobreza, la necesidad colectiva, se desdeña la paz. Y sin paz se arrincona a Dios.
























Olga Maria Rivero Santana | Jueves, 20 de Febrero de 2025 a las 11:11:36 horas
¡Hermosa reflexión que comparto, pues en este nuestro mundo tan convulso y cada vez más deshumanizado, hacen falta voces como la del Papa Francisco, que nos despierte y nos haga reaccionar!
Accede para votar (0) (0) Accede para responder