Ayer Ángel Víctor Torres compareció en rueda de prensa en el ministerio para aportar las pruebas precisas que desmienten las acusaciones de Víctor de Aldama. Con certificados de la compañía Binter, el aruquense estaba en Canarias y no en Madrid como sostiene Aldama. Además, en 2018 Torres era el vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria, no era aún jefe del Ejecutivo en el archipiélago y, no sie
ndo menos, la pandemia no se había todavía producido. Esta es la situación tras semanas de resistencia a conspiraciones y retahílas endiabladas que no se mantienen con el transcurso del tiempo.
El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática sospecha quién está detrás de todo este vertido de acusaciones falsas. Pero como aún no tiene pruebas, de momento, prefiere (y con razón) no señalar. Indudablemente, las declaraciones (con documentos en mano) de Torres este martes es un antes y un después en el cerco que ha vivido en el último periodo. Decir la verdad tiene esa garantía, que aclara el panorama y pone a cada uno en su lugar.
Por otro lado, deberíamos pensar en qué se está convirtiendo la política. En el abanico mediático y las redes sociales hay de todo, pero en las trincheras partidistas también. Y la baja calaña se cuela en niveles de responsabilidad que ensucian a los demás sin fundamento. Hoy ha sido Torres pero mañana puede ser otro dirigente del PP o de otro partido.
A su vez, es lógico que el ministro accione las medidas judiciales pertinentes para situar a Aldama en su retrato pendenciero, tras tantas diatribas hacia su persona que ha tenido el consabido intento de daño familiar. Es más, el propio Torres ha manifestado que ha podido sostener todo mejor y más armado gracias a su familia, que le conoce. Pero el daño siempre se hace, se irradia aunque sea en el vecindario.
O le damos nivel a la política o nos cargamos la democracia. O exigimos que las distintas siglas tengas personas con criterio o todo se mancha. O premiamos el buen hacer y los modales en la pugna partidista o se carcome la democracia. Y entonces surgen los populismos de toda laya y ‘trumpismos’ al uso que nos recuerdan que antes de la democracia asolaban los autoritarismos y totalitarismos. Y que ya no habría Estado de Derecho. La democracia nos debe doler. Y tenemos que preocuparnos por que en el juego democrático concurran dirigentes responsables y que esto no se torne en el fango de la podredumbre. Bien por Torres.
























Pino Monzón | Miércoles, 19 de Febrero de 2025 a las 11:29:00 horas
Qué pena que se intente manchar la honorabilidad de una persona por un puñado de votos. Y lo malo es que dañan al sistema democrático que tanto ha costado construir. La mentira y la ironía tienen sus consecuencias : "Calumnia que algo queda" y yo me pregunto ¿ por qué se da crédito al contenido de las declaraciones de un delincuente?
Accede para votar (0) (0) Accede para responder