SMI e IRPF

Yolanda Díaz es el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y María Jesús Montero el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). El aumento del SMI, esta vez, no vendrá acompañado del límite exento del IRPF. La tendencia se rompe. Dice Montero que el SMI ya no es una subsistencia sino un salario que debe también contribuir. La realidad es que nuestro SMI está lejos del estilado en las economías más avanzadas de Europa. De nada vale que el Gobierno de coalición de izquierdas eleve el SMI a modo de una medida estrella, en cuanto al aumento en sí, y luego la titular de Hacienda lo desmerezca. Es lo comido por lo servido, aunque no lo sea técnicamente, de cara a la opinión pública. Para esto hubiese sido mejor no elevar el SMI como se ha hecho y contener a Montero en su afán.

José Luis Rodríguez Zapatero llegó a decir en su momento que bajar impuestos es de izquierdas. Claro, lo dijo antes de la Gran Recesión de 2008 y cuando aún la socialdemocracia estaba influenciada por la Tercera Vía de Tony Blair y demás socioliberales. Eran los años en los que la clase trabajadora se creía que igualmente era clase media. Falso. Era una apariencia construida por el endeudamiento estimulado por el crédito fácil. Pronto el espejismo se acabó. Y las clases medias se proletarizaron.

Montero quiere recuperar Andalucía para el PSOE. Antiguo feudo electoral socialista. Y lo que hace es menguar el aumento del SMI en 2025, que sube un 4,4% hasta los 1.184 euros al mes, en 14 pagas. Si Montero quiere abrir el debate fiscal, que lo haga con las rentas altas. O, para ser más precisos, en valorar cómo las rentas del capital tributan menos que las rentas del trabajo. Ahí está la madre del cordero.

La ministra socialista fue a lo fácil. Y la posición de la ministra de Trabajo y Economía Social ahora es incómoda, mucho más incómoda. La gallega no puede tirar la toalla, más sabiendo que el PP y los socios parlamentarios del Ejecutivo no quieren que el SMI tribute. Y el PSOE se queda aislado porque Montero se ha encastillado en una lógica que no tocaba en este instante y que, encima, le resta posibles en Andalucía. El problema es que a Montero recular le costaría quedarse retratada, mal asunto para una candidata en potencia. Se metió en un laberinto.