
Es curioso cómo en la política, especialmente en el ámbito local, hay quienes insisten en repetir hasta el cansancio que están en este mundo por "vocación de servicio". Una frase que, lejos de inspirar confianza, ya provoca más de una carcajada entre los ciudadanos, acostumbrados a ver cómo esa "vocación" se traduce, en demasiadas ocasiones, en la ocupación inmediata de sillones para familiares, amigos y correligionarios.
Telde no es la excepción. Aquí, por ejemplo, no hace mucho un primer edil, movido sin duda por su profundo compromiso con la ciudadanía, decidió que el mejor fichaje para su Gabinete de Alcaldía era su esposa. Y, claro, con el mayor sueldo posible, no fuera a ser que el amor y la lealtad institucional quedaran en entredicho. Pero la ciudadanía, con esa molesta tendencia a tener memoria y algo de sentido común, no tardó en reaccionar, y la presión popular –junto con la de sus propios socios de gobierno– le obligó a dar marcha atrás. Sin embargo, el acto de indecencia política y moral quedó grabado en la memoria colectiva, como un recordatorio de que la "vocación de servicio" suele tener más que ver con el bienestar propio que con el interés general.
La escena se repite, mandato tras mandato, con políticos que dicen "haber venido a servir", pero que se sirven primero a sí mismos y a los suyos. Colocar a familiares, amigos o compañeros de partido en puestos estratégicos es casi un ritual de iniciación en la política municipal. Y sin rubor alguno. Porque lo que para el ciudadano común sería un escándalo, para ellos es solo parte del oficio.
Eso sí, cuando son interpelados, despliegan su mejor capacidad retórica para convencernos de que todo es legal, necesario y hasta altruista. ¡Cómo osan dudar de su entrega y sacrificio! Si han puesto a su cuñado de asesor de Urbanismo, a su hermana de directora de Cultura o a su primo como responsable de Medio Ambiente, es por pura coincidencia y porque nadie más tenía el talento necesario para el puesto. Qué injustos somos al sospechar de ellos.
Pero lo cierto es que cada vez engañan a menos gente. Las palabras pueden sonar bonitas, pero los hechos las desmienten con crudeza. Porque al final, la verdadera vocación de servicio se demuestra con una gestión transparente, ética y comprometida con el bien común, no con la construcción de pequeños reinos de favores y privilegios. Y aunque algunos políticos sigan creyendo que pueden seguir tomándonos el pelo, la realidad es que la ciudadanía cada vez está más alerta.
Así que la próxima vez que un político llene su discurso con promesas de entrega y sacrificio, recuerde: observe sus acciones, no sus palabras. Porque en política, como en la vida, la mejor forma de entender las verdaderas intenciones de alguien no es escuchar lo que dice, sino ver lo que hace con el poder que se le ha confiado.
Juanito | Domingo, 16 de Febrero de 2025 a las 20:29:51 horas
Tan solo basta con indagar un poco para saber que todos los partidos hacen lo mismo, como bien dice en esta editorial. Desde el gobierno de canarias donde se contratan a dedo asesores sin ninguna formación o cualificación o en empresas publicas que son la mejor empresa de colocación para CC, PP y PSOE, como por ejemplo Gestel que curiosamente solo los que no han formado parte de esta piden sus cuentas, al resto no se les oye preguntar. Algo esconderan
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