Ayer se celebró el amor, el comercial, el del mercado, el de los regalos, unos sentidos y otros impostados. Sin amor, no hay vida. El problema está en cómo identificar el amor. Hay matrimonios que llevan años y décadas aguantándose porque, en realidad, ninguno de los dos dispone de la valentía para romper e iniciar una nueva etapa, con otra persona o en soledad. Esta última es dura: no nos preparan para convivir con la soledad. La soledad implica encarar tus debilidades y dirimir las contrariedades de la existencia que nos acompaña toda la vida. Casi nada. Para esto no hay manual de instrucciones. Nadie nos prepara. Y si encima recortamos en los institutos las horas de la asignatura de Filosofía, pues peor aún.
El colmo, más común de lo que aparenta, es que en numerosas casas las personas no están ligadas a la otra sino a su ego. Porque no todos han sabido liberarse de su ego. Y si el ego te puede, emerge la maldad. El egoísmo es lo contrario al amor. Pero cualquiera está en el sofá por la noche y, a su lado, no está quien creemos sino su ego. Los reflejos hacen pasar malos sueños, por algo está el mito de la caverna de Platón. Quien no arrostra el día a día para ir disipando la niebla y encaminarse a la verdad, está preso. Hay que descubrir la verdad aunque duela.
Hay quien muere sin haberse liberado de su ego. Supongo que entonces el ego se lo lleva a la tumba. Y que ese ego enterrado queda ahí plantando malas semillas. Quizá el ego muera igualmente y venza la vida, aunque sea en destellos finales que casan con la transcendencia. No hay nada más bonito que despedirte dejando todas las obras buenas posibles. Que terceros te cataloguen como buena persona. Durante el ajetreo diario no le damos importancia, mas con el tiempo sí. O solo aquellos que alcanzan la madurez debida.
¿Estábamos hablando de San Valentín? Ya no lo sé. El amor real es todo el año, ajeno a los ‘spots’ publicitarios que inducen a comprar e insuflar la sociedad de consumo. Dese un paseo. Tómese un café. Mire a lo lejos mientras el vecindario hace sus gestiones y los niños salen del colegio, mientras la guagua pasa y el camión repone las mercancías en los negocios. Haga un viaje existencial e intimista hacia sí mismo. Y si conoce el amor, de verdad, cuídelo.
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