El pasado sábado 1 se febrero, tuve la oportunidad de presentar en el I Tagoror de Liberación Canaria un diagnóstico detallado sobre la educación en Canarias. Fue una exposición de veinte minutos donde intenté plasmar, con datos y argumentos, lo que muchas personas ya intuían: nuestro sistema educativo naufraga en su misión para con nuestro archipiélago.
El debate posterior a la exposición se desarrolló en medio de una intensa indignación y sorpresa. Algunos se sorprendieron al descubrir la magnitud del problema, mientras que otros, aunque lo intuían, nunca imaginaron hasta qué punto la estabilidad del profesorado, la atención a la diversidad o la falta de contenidos canarios en el currículo eran problemas de tal envergadura. Se generó una sensación de impotencia compartida de que no podemos seguir normalizando este escenario.
Uno de los puntos que más indignación generó fue el de las altas ratios. Hay quien cree que tener aulas con más de 25 alumnos en Primaria y más de 30 en Secundaria es algo normal, pero no lo es. Canarias supera los límites recomendados, y esto impacta directamente en la atención que se da a cada estudiante, sobrecargando al profesorado y reduciendo la calidad educativa, y si no pregúntenle a cualquier docente si la carga es la misma con 16 alumnos que con 22. Así no podemos tener una educación de calidad, y mucho menos una educación que garantice igualdad de oportunidades a todos los canarios.
Otro tema que sorprendió a los presentes fue la precariedad del personal auxiliar educativo. Mucha gente no sabe que, en el fondo, el equipo de atención a la diversidad está subcontratado por empresas privadas, mal pagado, y además no se les ofrece ninguna formación. Esto lleva a que el equipo que se supone que debe atender al alumnado con necesidades educativas especiales es, casi siempre, un equipo que lleva un monedero muy esmirriado. Además en verano, cuando cierran los colegios, son despedidos. Toda esta situación no solo afecta a sus vidas, sino también a los estudiantes que dependen de su apoyo para recibir una educación adaptada a sus necesidades. ¿De verdad se puede hablar de inclusión cuando el Gobierno no garantiza que en esto precisamente de la inclusión se pongan las condiciones adecuadas?
La desigualdad educativa también fue un tema central. Recordemos que en el archipiélago hay 775.000 canarios en el umbral de la pobreza en riesgo de exclusión social, de las cuales unos 200.000 son niños y niñas. Nacer en una de estas familias o en una isla menor sigue marcando el acceso a la educación. No todas las familias pueden permitirse enviar a sus hijos a estudiar fuera o costear materiales, tecnología o refuerzo educativo. La educación debería ser la mejor herramienta para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades, pero en Canarias se siguen perpetuando las brechas ya existentes.
Y si hablamos de la desconexión del sistema con la realidad canaria, la falta de contenidos propios en el currículo es otra asignatura pendiente. El psicopedagogo Jean Piaget a principios del siglo XX, ya hablaba de la importancia de partir del entorno inmediato para generar aprendizaje significativo, pero en las aulas el conocimiento sobre Canarias sigue siendo un añadido residual y no un pilar central. No se trata de regionalismo ni de encerrarse en lo local, sino de entender que el alumnado debe conocer primero su propio entorno antes de ampliar su visión al mundo.
Todo este diagnóstico no fue un ejercicio de queja, sino un primer paso necesario. Si no entendemos la magnitud del problema, nunca vamos a poder plantear soluciones reales. La indignación que se generó en el debate posterior es legítima, pero debe traducirse en acción. No podemos seguir permitiendo que la educación en Canarias sea el eterno problema sin resolver. No hay desarrollo, no hay justicia social, no hay progreso posible sin un sistema educativo que funcione para todos y todas.
Y esto no es solo un planteamiento teórico o político, es un compromiso global. La propia Agenda 2030 de la ONU establece que uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa. ¿Cómo podemos hablar de un futuro sostenible para Canarias si seguimos ignorando una educación que deja atrás a miles de estudiantes? Sin una educación pública fuerte, ningún otro avance será posible.
Lo que está en juego no es solo la educación de las generaciones futuras, sino el modelo de sociedad que queremos construir. Canarias no puede permitirse seguir hipotecando su futuro. Es hora de actuar.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.130