
Cuando irrumpió Podemos y Ciudadanos, más o menos por aquellos años, Alfonso Guerra dijo que España iba a echar en falta el bipartidismo llegado el momento. Vaticinó. Diagnosticó. Fue tajante, sabedor de su procedencia histórica y política contra el franquismo y socialista de la democracia. Aunque contra la dictadura estaba el PCE, el PSOE era chico o no estaba. Podemos apareció como oxígeno tras un ciclo de ‘austericidio’; tanto José Luis Rodríguez Zapatero como Mariano Rajoy perpetraron recortes. La troika mandaba. Y cada mañana mirábamos a la prima de riesgo como el que ve la meteorología prevista para ese día en aras de coger o no el paraguas.
Hoy Unidas Podemos está aminorado aunque compitiendo por recuperar un espacio que Yolanda Díaz no le respetó. La pugna está abierta entre ambos. Puede que Unidas Podemos venza a la gallega. Ione Belarra e Irene Montero no quieren saber nada de reconciliación con la jefa de Sumar. Si no lo dicen ellas directamente, lo hace su militancia en las redes sociales. Por lo que el llamamiento a la unión parece un ejercicio estéril que invoca la impotencia.
De Ciudadanos no hay ni el menor testimonio. Alberto Núñez Feijóo trata de lucir un perfil social con ganas de atraerse al centro y, por ende, aquellos votantes de Ciudadanos pueden optar por un PP afanado por cautivar a lo que queda de las clases medias. El problema es Vox. Es una hipoteca para los populares. Toda una atadura. Vox repele. La extrema derecha ahuyenta.
Cuando Guerra dijo lo que dijo, nadie podía imaginar que hoy el escenario parlamentario sería ofrecer un pacto entre el PP y la extrema derecha o de Pedro Sánchez con el resto de nacionalismos periféricos, incluidos los del PNV y Junts que son centroderecha. No hay más. No se otea gran coalición entre PSOE y PP. Tampoco mayoría absoluta de populares o socialistas. Ni siquiera un PSOE o PP que le baste con el apoyo de uno o dos socios nacionalistas. Hoy obtener 150 escaños es una hazaña tal como está el Parlamento. Vamos, que el menú es escuálido e impera esa nostalgia ‘guerrista’ del bipartidismo dinástico y sistémico; eso o las trincheras en las que estamos instalados. La tendencia es la que es. No cambiará en uno o dos cursos, eso parece. Y así tenemos que apañárnosla. Pase lo que pase, no hay ilusión política sino teoría del mal menor.
ana delia guedes jiménez | Sábado, 01 de Febrero de 2025 a las 13:06:15 horas
decía Tzvetan Todorov qué la política es el arte de la negociación, sin embargo la mayoría absoluta es una forma de imponer a los demás las ideas propias. En este país entre dictaduras y mayorías absolutas el arte de negociar, el arte de dialogar, él arte de aceptar que no siempre tenemos la razón, la sencillez de negociar lo que mejor conviene, se toma como una forma de cobardía o de sometimiento, pena de país, pena de sociedad
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