Justo coincide el 80 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, cerca de Cracovia, en Polonia, con el regreso a la franja de Gaza de todos aquellos palestinos que abandonaron su tierra con motivo del genocidio perpetrado por el Gobierno de Benjamín Netanyahu. Alrededor de 45.000 asesinados, acarreamos en el último tiempo. La matanza sistemática y reiterada, tan
planificada, de los nazis contra el pueblo judío, es el mayor síntoma de cómo las sociedades pueden caer en su peor condición. El vencer la maldad solo lo logra con el silencio cómplice y el activismo de otros. La maldad, tan orquestada, nace de un odio que no se produce de la noche a la mañana.
Conviene recordarlo cuando en febrero va a haber elecciones en Alemania y la líder del partido de la ultraderecha es nieta de un miembro de las SS; aunque, para confundir, ella suelta que Adolf Hitler era comunista para así desvirtuar la Historia. Si se desconoce el siglo XX, los episodios pueden repetirse. Por eso la extrema derecha necesita que campe la desmemoria. Que no haya verdad. Que esta sea difuminada, sometida a la equidistancia o se instrumentalice desde la digitalización donde todo se enreda.
Conviene visitar uno de los campos de concentración nazi, a poder ser el de Auschwitz-Birkenau, para visualizar hasta dónde es capaz de llegar la maldad, la humanidad cuando entra en una espiral creciente de bajas pasiones. Para asesinar así, es requisito previo cosificar al colectivo que será sometido: los judíos, los palestinos… Quien sea. La persecución persiste en diferentes partes del mundo, aunque no a semejante escala; salvando el deleznable genocidio en Gaza, en el que la comunidad internacional no ha actuado con el ahínco deseado. Constatándose una desolación en el Viejo Continente que nos obliga a pensar en qué situación estamos, en cómo hemos llegado hasta aquí.
Por eso este 80 aniversario no puede verse como algo aislado. Como un fenómeno del siglo XX, de los museos, que tan solo queda en eso. Fueron los soviéticos los que liberaron el campo de concentración, y precisamente el presidente ruso, Vladímir Putin, no estuvo ahora como invitado amén de su invasión de Ucrania. Una guerra que no tiene salida sino la rendición ucraniana, más o menos decorosa. Se echa en falta las certezas del mundo atlántico de la posguerra, aunque fuese un universo bipolar de relaciones internacionales entre la potencia estadounidense y la soviética. Hoy, reina la incertidumbre.

























Olga Maria Rivero Santana | Jueves, 30 de Enero de 2025 a las 11:34:18 horas
¡Terribles aniversarios, que nos llevan también a otros horrores de antes y de ahora, pues lo más doloroso es ver que NO APRENDEMOS NADA! ¡Las barbaries cambian de lugar, pero siguen y siguen! ¿Cuándo vamos a decir ¡BASTA! de verdad, con acciones y actitudes reales de lucha por la justicia, por el rechazo total a toda forma de violencias y por la dignidad de todas las personas?
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