Elon Musk es un editor, un clásico editor. Pero un editor sin escrúpulos. No los tiene porque no interactúa con una sociedad directa, con su vecindario o isla. Es un globalista. Y a esas alturas el terruño o el país le importan un bledo. Desde su mansión, que digo que tendrá, ve el mundo desde una atalaya cibernética. El editor de periódicos, el de toda la vida, de un modo u otro se sentía interpelado por los suyos, se debía a una sociedad. El papel, lo analógico, vincula. Se palpa, se siente. Vincula. Y la función de todo periódico es una: ordenar la sociedad. Editorialmente, desde un enfoque ideológico, te la explica. Lo que acontece es que las redes sociales no son cabeceras. Y las redes sociales están vehiculando, mejor o peor, el debate; o el no debate en medio de este océano donde todos nos perdemos.
El dueño de X quiere influir. Compró X para influir. Como antaño una familia o un grupo de accionistas montaban un diario. Estos últimos, subrayo, se conectaban y se debían a una responsabilidad social, a unos valores. En internet no hay nada de eso. Porque internet es la selva inalcanzable de la globalización donde todo discurre y unos pocos (sin patria, sea grande o chica) son poderosos. Y el algoritmo, desde luego, no es neutral. Obedece a unos intereses. A los de Musk, obviamente, en el caso de X.
Antes se decía que la libertad de prensa era la voluntad del que pagaba la tinta de la rotativa. Hoy es Musk y sus conmilitones multimillonarios que ni saben de ideologías, de tradiciones políticas o de banderas. Toma su bolsillo por montera universal donde se distancia galácticamente de la famélica legión de usuarios digitales que, si acaso, alguno con suerte logra que su mensaje o contenido tenga repercusión por unas horas. Después retorna al olvido, al anonimato.
¿Se puede mantener así las democracias? Negativo. Musk y demás no se ven atados a los pilares del Estado de Derecho porque este sigue operando bajo una tónica del Estado-nación. En X no hay Estado, no hay nada. Sin intermediación. Si Musk invita a que cada usuario sea un periodista, un falso periodista, sabe perfectamente lo que está haciendo. Aunque desde la negligencia, pues un periodista disgrega y tiene criterio en cuanto que atesora formación. No todos pueden ser periodistas como no todos pueden ser fotógrafos por la sencilla razón de que cada teléfono móvil contenga una cámara. Mas Musk está a lo suyo. Y los demás disparamos con escopeta de feria, también los editores de toda la vida. Si decae el periodismo, adiós democracia.
Jose | Miércoles, 22 de Enero de 2025 a las 10:20:43 horas
Cuando el algoritmo echaba a los del otro lado ideológico nadie lo criticaba ni se querían ir de twitter
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