
Termina otro año: el 2024, y el balance al final del mismo no es precisamente bueno.
Se acaba como años anteriores, con el horroroso lastre de víctimas por violencias de todo tipo ocurridas principalmente en el entorno familiar, donde las mujeres y los niños son los que más las han sufrido, aunque no sólo se han dado en este colectivo, sino que muchos hechos trágicos, como horrorosas bacterias, se vienen arrastrando año tras año, sin que parezca que se pueda terminar con ellas, porque la realidad es que desde la política todos se culpan unos a otros, pero ninguno asume responsabilidades y por lo mismo, ¡no hacen ya lo que tienen que hacer! para acabar con esto.
Lo mismo con la tragedia de la inmigración y un largo etcétera...
El fracaso de las políticas que se han llevado a cabo, lejos de disminuir o acabar con estos y otros tantos dramas, los han mantenido y hasta aumentado, año tras año.
La clase o casta política en sí misma, se ha ido degradando cada vez más, haciendo irrespirable el ambiente, e insufrible verles y escucharles.
Ante la desgracia tan dantesca vivída con la Dana en Valencia y otras comunidades de nuestro país, han mostrado su verdadera y repulsiva cara.
Los casos de corrupción, sea cual sea la corriente política, donde ¡nadie dimite!, sino que se limitan a seguir con el ¡tú más de siempre! y ¡aquí no ha pasado ni pasa nada!
Las víctimas por los llamados “conflictos bélicos”, una forma de “suavizar” el horror de las “malditas guerras”.
Todas las violencias, desigualdades e injusticias que se siguen sufriendo y cada vez más en nuestra sociedad, nos muestra lo enferma y podrida que está de “valores auténticos” tanto a nivel individual, como colectivo.
Por todo esto y mucho más que venimos padeciendo a lo largo de los años, sin que se hayan producido cambios positivos, no se va de la noche a la mañana, sólo por desear y desearnos un año nuevo 2025 mejor, si cada uno de nosotros y la sociedad en su conjunto, no nos “vacunamos” contra los muchos egoísmos, intereses rastreros y falta de empatía los unos con los otros.
¡Es ya una cuestión de supervivencia de la propia humanidad, si no recuperamos lo que significa “ser humanos” y por lo mismo, poner a cada persona, con sus derechos y necesidades como el centro principal de todos nuestros esfuerzos y aspiraciones!
¡Adiós 2024, a todas “sus oscuridades” quedándonos con lo bueno que se haya logrado en él, y bienvenido 2025, con esperanzas y esfuerzos renovados, para caminar con otra “visión diferente” y con otras “actitudes nuevas” que hagan realidad las justas y necesarias aspiraciones de cada persona y de todos los colectivos!

























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