La efervescencia navideña comienza a dar frutos. Se nota en la calle, contamina el ánimo. Las sonrisas se despliegan y los buenos deseos. Pero también asoma la sociedad de consumo con toda su voracidad, la que no atiende el deseo de igualdad sino el darwinismo social. Y eso no tiene nada que ver con la Navidad real, la que dista de las luces y escaparates. Tenemos que apostar por otras fiestas, más auténticas. Y aquí apelar a Ignacio Ellacuría (1930-1989) y la opción preferencial por los pobres como modelo y guía de conducta.
Frente a la posesión material disparatada, sin más, al albur de los caprichos de la moda, que reine el ser en su esplendor; la categoría de cada persona como anhelo de justicia social. La sobriedad como elemento que espolea la cotidianeidad. Distanciados de los lujos, se engrandece el alma. Se gana perspectiva, tiempo y esfuerzos para alcanzar las metas que realmente merecen la pena en la vida. A Ellacuría, propalando la teología de la liberación, lo asesinaron junto a otros jesuitas y una mujer junto a su hija. Fue un 16 de noviembre de 1989, lo perpetraron los militares en El Salvador. Pero el mensaje del vasco permanece, y su obra.
Cuando le tienten con créditos fáciles para el consumo en el que la letra pequeña nos atrapa, cuando el desenfreno asome, toca rescatar la austeridad como virtud. Que la realidad de los desposeídos esté presente en Navidad, en el Occidente dominado por las reglas galopantes del capitalismo. Que el afán de justicia de las mayorías empobrecidas en el mundo, cercano y lejano, prevalezca sobre un capitalismo siempre atroz. No cabe perpetuar el esquema de opresores y oprimidos, racaneando la ayuda a los países empobrecidos y en vías de desarrollo, alimentando el racismo y ensalzando la soberbia de los ricos.
Que la Navidad sirva como punto de partida para escuchar al pueblo doliente y crucificado, que brinde oportunidades de amor a la gente sencilla. Unas coordenadas que no se visualizan en los centros comerciales y sus aparcamientos a reventar donde tan solo florece el tintineo de las monedas y relucen las tarjetas para comprar sin tino. Eso no es la Navidad. Cerramos el año con luces y sombras. Es el momento de la regeneración de la persona iluminada por la trascendencia de la encarnación en el pesebre. Feliz Navidad y salud para 2025.
Olga Maria Rivero Santana | Viernes, 20 de Diciembre de 2024 a las 13:42:59 horas
Me uno a su reflexión deseando que efectivamente, recuperemos el VERDADERO sentido y VALOR de la Navidad, sin " complejos", ni miedos absurdos. Unos valores que tienen que ir más allá de una época concreta, para hacerlos realidad los 365 dias de cada año. ¡Feliz Navidad y mejor Año 2025 para todos, con la implicación real y efectiva de cada uno de nosotros!
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