El amor es la mayor fuerza que adquiere la persona. Es la guía de conducta ligada a la verdad y limpieza de sentimientos que arraiga el alma con la vida en todas sus dimensiones. Sin amor, en sus diversas manifestaciones materiales, no hay plenitud. Nada transciende. Todo se apaga. Es el trampolín a la mejora del uno con el otro, de ambos, de todos. Empuja a la sociedad a la legitimidad de los fines nobles. Recarga de sentido la cotidianeidad personal frente a la amenaza del vacío donde irrumpe el nihilismo, la frivolidad y el vértigo de la inexistencia e incomprensión mutua.
Cuando el amor, en su categoría máxima, goza de la garra consustancial a la vida, es el corolario del idealismo. Porque este es el compromiso de la vida con la convicción de mejorar lo que nos interpela en el tránsito terrenal hasta la llegada de la muerte, hasta la rendición de cuentas con la deidad encarnada en espíritu que nos aguarda.
El amor e idealismo en mano no garantizan necesariamente el triunfo del bien sobre el mal. Pero sí, al menos, la congruencia vital mientras arrostramos las vicisitudes y trances que nos compelen. No es aval de la inminencia de la victoria de la vida, del presentismo terrenal, pero sí del arrinconamiento de la nada. Son la luz sobre la oscuridad. Son la bonhomía resistiendo los embates del caos de la maldad. Sin amor e idealismo se expande la nada, se finiquita a la persona y nuestra alma. Ambas garantizan la salvación, el hondo valor de la necesidad de vivir.
El fotograma que acompaña a la columna pertenece a la película ‘Tierra y libertad’ (1995) de Ken Loach. Se observa al protagonista junto a la que será, no al principio sino ya avanzada la trama, su pareja, su sentimiento. Su compañera; qué expresión más feliz, dicha y júbilo en complicidad. El largometraje narra las vivencias de un brigadista internacional en el frente de Aragón durante la Guerra Civil. Se inspira en la obra ‘Homenaje a Cataluña’ de George Orwell, que precisamente estuvo allí. Un autor venerado tanto por las izquierdas como por las derechas cuyo sentido de la libertad y los peligros que le acechan atesora su vigencia en el mundo de hoy. Ella y él, él y ella, se miran con pasión contenida, con una sonrisa que se sobrepone a todo lo demás. Incluso, una España desatada en una contienda bélica donde todos pierden. Están a lo suyo, en un momento único, irrepetible, capaz de relegar lo que se precise. Amor e idealismo en sus manos y miradas.
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