
Es la gente que sufre la precariedad del mercado laboral la que ambiciona acceder a una vivienda digna, llenar la cesta de la compra con unos precios inabordables, acceder con prontitud a los servicios sanitarios, afrontar el reto diario de la movilidad insular o interinsular, poder alimentarse de una forma correcta con productos sanos de nuestro territorio y mar, no sostener en su cotidianidad las consecuencias de una desbocada turistificación desde la playa hasta la cumbre… Es esa gente la misma gente que manifiesta su enfado en la calle, desentendiéndose de la política, o en la evidencia de una abstención al alza, en torno al cincuenta por ciento en las últimas convocatorias al Parlamento de Canarias. No son, pues, élites, son amplias capas de población desencantadas y muy heterogéneas las que soportan estas angustias; intuyendo, además, que llegarán otras problemáticas que también afectarán a su futuro.
La sociedad de todas las Islas observa, con preocupación, cómo sus entornos se deterioran y desaparecen sin que nadie se plante para remediarlo. Parece una imagen retórica, pero no lo es. Sobra citar lugares, pero todos conocemos territorios que en nuestra adolescencia eran casi vírgenes y han sido “malhumanizados” en solo unas décadas bajo la irresponsabilidad y el liderazgo de los mismos, ya sean originales, copias o desdoblados. Y no son señalamientos gratuitos, cualquiera puede reconocerlos fácilmente en ese espejo de mirar que, en democracia, son los partidos políticos.
No hay lugar a dudas para los técnicos, ni tampoco para el sentido común de la ciudadanía: el conjunto de Canarias está llegando a unos niveles de deterioro paisajístico, de exclusión social, de destrucción de nuestro sector primario, de dificultades para desenvolverse con dignidad en las necesidades diarias… y, a la vez, a un grado de mediocridad y engreimiento de los gobernantes que justifica el clamor social y da sentido a la necesidad de abrir un tiempo de cambio que ilusione, y que dé cauce político-electoral a equipos capaces de afrontar la desesperanza que trasladan los actores y actrices de siempre, ya sean originales, copias o desdoblados.
Tomando el título de este artículo, de la imagen que nos brinda un verso del himno, en concreto de la estrofa que dice: “Soy la historia y el futuro, / corazón que alumbra el alba/ de unas Islas que amanecen/ navegando la esperanza.” Un fragmento de la obra encargada al compositor Benito Cabrera que apunta, a mi juicio, ideas troncales de las crisis que hoy tiene planteadas el Archipiélago: conocer la historia de las generaciones que nos precedieron, identificar correctamente a quienes están llamados a construir el futuro y señalar el rumbo para navegar esas nuevas ilusiones y expectativas de nuestra sociedad.
En Drago Canarias lo tenemos claro, ni nos resignamos ni dejaremos que tiren a la marea los intereses de cada una de las Islas y los servicios públicos que tanto se necesitan. Al contrario, las personas que conforman esta organización en cada uno de los territorios aspiran a ser copartícipes de ese cambio que percibimos como inaplazable.
Nuestra Carta de Navegación es un proyecto político de futuro que pone a las personas en el centro, con los cambios necesarios para que los sistemas productivos sean sostenibles, respetuosos con el uso y el cuidado de un territorio sensible y finito, que rechaza —con datos— los macroproyectos y grandes infraestructuras que plantean lobbies económicos con el apoyo explícito o implícito de la vieja política, que cuestionan abiertamente esta galopada de la industria turística que nadie sabe a dónde nos lleva.
En definitiva, un cuaderno de bitácora coral que refleja propuestas que buscan alcanzar una vida más digna mejorando los servicios básicos, cuidando el territorio, consolidando la red de protección social y conquistando nuevos derechos de ciudadanía desde una praxis participativa y soberana.
El privilegio de vivir en una encrucijada de caminos y culturas nos ha enriquecido como país, pero a la vez ha despertado las ansias de negocio y enriquecimiento desmedido en una pléyade de personajes, locales y foráneos, que pretenden vender todos los huevos incluso a costa de matar la gallina. Les importa poco o nada el territorio, nuestro futuro, la calidad del empleo, los salarios, el respeto a los derechos humanos, lo que diga la ciencia o el sentido común… Y les importa poco o nada, porque cuentan con aliados solícitos en las esferas de poder que “garantizan” el éxito de sus propósitos.
Drago Canarias se muestra expectante y respetuoso con todos los debates políticos. En cualquier caso, hay que decir que damos la bienvenida a la sensatez de aquellos que regresan del poder institucional y tratan de sacudirse el polvo de haber firmado o avalado algunas de las leyes, decretos o resoluciones que nos han traído hasta aquí. Aplaudimos, sinceramente, que ahora proclamen en artículos y ruedas de prensa un explícito “no podemos esperar más, es preciso intervenir sin demora”.
Entendemos que se refieren a que es preciso limitar el crecimiento turístico, a imponer esta y otras ecotasas, a redistribuir mejor la riqueza disponible, hacer frente al fenómeno de los pisos turísticos, a la masificación de los espacios protegidos, al derecho de la vivienda en toda Canarias y, especialmente, en las zonas tensionadas; por citar algunos asuntos que, en efecto, antes y ahora son de urgente necesidad.
Nos alegra que se hayan caído del caballo, del sillón o del coche oficial y, por nuestra parte, bienvenido sea el debate que está planteando también el tejido asociativo, a la exigencia reivindicativa y, en su caso, al conflicto. Drago Canarias defenderá en todas y cada una de las Islas, con la misma vehemencia y valentía, lo que hemos defendido siempre; de modo que, frente a tanto despropósito, solos o con aquellos que quieran transitar esta singladura, seguiremos navegando sin mordaza la esperanza de un futuro mejor para Canarias.
Ese es nuestro compromiso.
Héctor Morán es secretario de Organización y Confederalidad de Drago Canarias.






















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