No eran emprendedores ni falsos autónomos. Los repartidores de Glovo son trabajadores por cuenta ajena. Lo que ocurre es que la empresa no quería reconocerlo. Le salía muchísimo más rentable ahorrarse las cotizaciones a la Seguridad Social bajo el señuelo al trabajador explotado de decirle que este era dueño de su destino cuando, en realidad, es preso de sí mismo porque no se reconoce la laboralidad y su relación de dependencia con Glovo. Tuvo que llegarse a un procedimiento penal para que reculasen y asumie
ran algo tan evidente pero que no querían.
Los repartidores de Glovo hace tiempo que forman parte del paisaje urbano. En Las Palmas de Gran Canaria un puñado de ellos paran en la avenida Mesa y López, junto a la plaza de España, y ahí todos juntos aguardan a que les llamen para el siguiente reparto. Tienen dispositivos móviles a mano, se manejan en las redes sociales y comparten todo tipo de contenidos entre ellos, y, sin embargo, es la misma postal (posmoderna, eso sí) de aquellos jornaleros que estaban en el centro del pueblo pendientes de que el señorito llegase montado a caballo para contratarles por peonadas, y a Dios gracias. Ahora es el algoritmo el que reparte la zafra de las idas y venidas en bicicleta o moto.
La gran habilidad del capitalismo es que sabe acoplarse a los vientos que corran. Si toca ser social, como en la Europa de la posguerra, cede y brinda un modelo de bienestar mejor o peor, aunque a poco que pueda recorta los pasos dados y se muestra tal como es: un sistema que no reconoce derecho, que oprime si es preciso para obtener mayores ganancias. Lo que acontece en 2024 es que lo hace a la par que te vende lo chachi que es. Y entonces los repartidores son agentes de viajes de sus propios sueños. Hombres y mujeres que si se esfuerzan tendrán la ocasión de hacerse ricos porque el algoritmo, tan santificado, dará las oportunidades de marcar el gol de sus vidas.
Todo lo contrario, solo se avanza si hay laboralidad del vínculo. Porque así se reconocen derechos. Y después de un derecho ganado, toca pelear por el siguiente. Pero si el patrón se esconde tras el teléfono móvil, le resulta más cómodo parapetarse mientras los repartidores se tornan en sujetos absortos sin horizonte al que agarrarse. Pierde Glovo. Victoria sindical.

























Olga Maria Rivero Santana | Martes, 03 de Diciembre de 2024 a las 12:27:47 horas
¡Qué bueno que se vaya terminando con cualquier tipo de explotación laboral, por mucho que se "disfrace de otra cosa"!
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