En Estados Unidos un presidente no puede estar más de dos mandatos. Pero Donald Tump ya especula con la posibilidad de estar un tercero. Es obvio, comenzar ahora diciendo que su tiempo político está agotado, le resta influencia y valor. Si solo fuese eso, una estratagema temporal, tiene un pase que sacase a relucir esa regla. El problema está en si no lo es. O, mejor dicho, la problemática existe desde que el que dice esto es el mismo que espoleó el asalto al Capitolio en enero de 2020. Y entonces, uniendo las piezas del puzle, no gusta nada que Trump esté en esas andadas de prorrogar su estancia en el poder, aun sorteando o violando la prohibición constitucional. Desde Franklin Roosevelt, por su larga estancia al compás del crac de 1929, se fijó luego la limitación de los ocho años. Hoy, en 2024, el republicano especula desmantelar este límite presidencial.
En España no existe nada de eso. Y no es malo. Uno está en los cargos públicos lo que la ciudadanía decida en las urnas. Allá, a cuenta del presidente, no es el caso. A esto le unimos que la democracia está siendo cuestionada por los populismos y demás amigos del ‘trumpismo’, y (con razón) asoma la preocupación. No es para menos. ¿Qué contención le queda entonces a Occidente?
José María Aznar prometió que estaría solo dos mandatos. Y cumplió su palabra. Y eso que le tentaron para que prosiguiese. Pero no lo hizo. Luego el coste de haber intervenido ilegalmente con la guerra en Irak, lo pagó Mariano Rajoy. Pero esa es otra historia. Lo que ha quedado es que él es el único que ha estado ocho años en La Moncloa pudiendo, en principio, estar más tiempo. Se lo autoimpuso y lo llevó a término.
Aznar no es Trump. Tampoco es Adolfo Suárez. Pero no está escorado en el ‘trumpismo’. O eso parece. Cuestión importante porque él sigue influyendo mucho en la derecha. Y el sistema del 78 necesita un partido que oscile en la clásica democraciacristiana, el liberalismo y el conservadurismo. Ese agente, teniendo como contrapeso al PSOE, es sistémico y dinástico. Y cuando irrumpe Trump y demás correligionarios planetarios, es bueno que el PP no vaya por ese carril cuyas consecuencias aún desconocemos. Aznar y Rajoy tuvieron sus tiranteces mientras el segundo fue jefe del Ejecutivo. Pero son cosas de familia. Lo malo es si el ‘trumpismo’, además de Vox, afecta al PP. En Aznar está la posibilidad (y el deber) de evitarlo.
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