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Martes, 30 de Septiembre de 2025

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Colaboración

Asalto a la Casa Blanca

Javier M. Falcón

JAVIER M. FALCÓN SORIA Domingo, 10 de Noviembre de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Domingo, 10 de Noviembre de 2024 a las 17:20:28 horas

Se celebraron elecciones presidenciales en Estados Unidos y Donald Trump asaltó la Casa Blanca. No en sentido literal, que nos conocemos, sino en sentido figurado y político. Una parte significativa de los votantes estadounidenses, cansados de la verborrea ideológica y de ser reiteradamente ignorados y despreciados por parte de las minorías que presumen de tener el monopolio del bien y la verdad, decidieron conceder su confianza para la próxima legislatura al candidato republicano. 

 

Siendo justos, lo tuvo fácil Trump más por demérito de sus rivales que por mérito propio. Durante la carrera presidencial, ningún adversario político pareció estar a la altura. Su discurso simple y directo hacia los estadounidenses activó las fibras emocionales de muchos votantes aletargados que se sienten cada vez más desconectados de la realidad que sus políticos les intentan pintar. Sin duda, la poca claridad de Joe Biden para articular sus ideas (y también sus palabras), le pasó factura al partido demócrata en forma de dudas. A menudo el resultado se basa en sensaciones, y las sensaciones que el partido transmitía no eran nada buenas.

 

En un intento por capear la tormenta, el partido demócrata dio un volantazo a la izquierda y apeló al único recurso creíble con el que contaban: Kamala Harris, antigua rival de Biden reconvertida ahora en su apoyo. Con una trayectoria profesional impecable y con el apoyo de intelectuales de la talla de Beyoncé o Taylor Swift, la nueva candidata personificaba todos los palos que el partido demócrata necesitaba tocar con fuerza para reconducir la situación: mujer, afroamericana, fiel defensora de los derechos LGTBI y el aborto. Kamala representa todo aquello en lo que el partido demócrata ha basado su estrategia en las últimas campañas. 

 

Entonces, ¿qué falló para que se produjera una derrota tan estrepitosa? Algunas de las causas podrían haber sido el escaso margen del que dispuso Harris para preparar su campaña, o el recelo de los votantes demócratas por haberse designado la candidata a dedo y sin unas primarias, pero lo cierto es que esta derrota ya se cocinaba desde los tiempos de campaña de Biden. La nueva candidata tuvo la oportunidad de desmarcarse de su predecesor y traer un soplo de aire fresco a la carrera electoral, pero en vez de ello, quedó retratada al contestar en una entrevista a la pregunta sobre qué habría hecho diferente a Biden con un escueto "no se me ocurre nada".

 

Por tanto, la manifiesta incompetencia del partido demócrata para conectar con las preocupaciones reales del estadounidense medio ha sido, tal vez, la pieza clave que ha decantado la balanza a favor del populista Donald Trump, mucho más enérgico, directo y estratégico en sus intervenciones. Mientras que el discurso demócrata se centraba en políticas altamente ideológicas, Trump recurrió a los instintos básicos de los estadounidenses, apelando a la economía y a su sentimiento patriótico y dejando, de paso, una lección magistral de como dominar el abecé de la política y entender la pirámide de Maslow. 

 

Prueba de ello, es que mientras Kamala Harris hacía apariciones en televisión rodeada de otras mujeres empoderadas para apoyar al feminismo, Donald Trump se ponía un chaleco reflectante y subía a un camión de la basura para pedir el voto. La primera esperaba atraer el voto del estadounidense elitista que cena cada noche en frente del televisor desde su apartamento en Manhattan; el segundo, esperaba atraer el voto del obrero medio de Wisconsin, que se arremanga para salir adelante en un estado residual en el centro de EEUU. He ahí una de las principales diferencias.

 

Con una absoluta carencia del sentido de la autocrítica, las redes se han llenado estos días de antis de Trump que se llevan las manos a la cabeza, intentando buscar cualquier explicación posible a la derrota: la desinformación, los bulos, el auge de la extrema derecha, la influencia de Rusia, la intervención divina... Artículos apocalípticos sobre las consecuencias que tendrá este mandato se aderezan con fotografías que retratan al votante medio de Trump como poco menos que un cowboy que se envuelve en la bandera de Estados Unidos antes de dormir.

 

La realidad parece ser que mientras persista la falta de estrategia política y autocrítica, marca de la casa del autodenominado progresismo, políticos como Donald Trump o Javier Milei seguirán arrasando en las elecciones en los próximos años, porque una parte importante de la población, menos ruidosa pero igualmente legítima, se siente cada vez más ignorada y cansada de gobernantes que parecen sacados de la época del despotismo ilustrado. Ya saben, "todo para el pueblo, pero sin el pueblo".

 

Javier M. Falcón Soria  es Graduado en Administración y Dirección de Empresas y  Máster en Emprendimiento y Negocios Internacionales.

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