
Nadie previó semanas o días antes al 9 de noviembre de 1989 que podría caer el muro de Berlín. Ni los más afamados politólogos, aunque por entonces esta categoría aún no estaba de moda. Mijaíl Gorbachov proseguía con su perestroika y la RDA se mantenía con vida política. De repente, la Unión Soviética sufrió una implosión. No se produjo la temida guerra nuclear ni un mero enfrentamiento entre tropas regulares del capitalismo y el comunismo. Las tortas entre Washington y Moscú se las daban en otros puntos alejados en los continentes: África, América del Sur… Pero no en el Viejo Continente. El principio de destrucción mutua asegurada impidió lo bélico por ambas potencias de manera directa.
Es cierto que la inexistencia de la Unión Soviética propaló el ensanchamiento del capitalismo en pos de la avaricia
y el desmantelamiento del Estado del Bienestar y los derechos de las clases trabajadoras. Venía este proceso de antes, desde la crisis del petróleo de 1973 que ungió al poco el neoliberalismo, mas se aceleró tras 1989. El mundo unipolar dominado por Estados Unidos dio solidez solo en la medida que las clases medias y populares se endeudaron con crédito fácil al tiempo que se socavaba los servicios públicos. Y así hemos llegado hasta 2024.
El neomarxismo señala que el Estado del Bienestar en los países europeos fue una estratagema del capitalismo para evitar las revoluciones proletarias a este lado del muro. Y así fue. La desaparición soviética fue, a fin de cuentas, la ausencia de un contrapeso a Washington y, en todo caso, al neoliberalismo capitaneado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Solo la crisis financiera de 2008 hizo que retornara el discurso keynesiano y la presencia del Estado como garante colectivo, incluso para rescatar a los bancos con el dinero de la ciudadanía. Todavía no se ha devuelto.
Hoy la democracia representativa de naturaleza liberal está siendo atacada por el neofascismo, variopintos movimientos reaccionarios y los populismos de toda laya. La democracia ‘per se’ no garantiza nada ni resuelve nada, pero sí asegura el instrumento para dirimir los conflictos. Es decir, la gestión política en unos parámetros consensuados y pacíficos. Eso vale oro. Tanto que costó siglos lograrlo. La democracia es el avance progresivo, nunca gratuito, de la mayoría ante la minoría absolutista. La democracia empodera a la mayoría social. Esa es su finalidad. La democracia la necesita justo los más débiles.
























Javier Falcón | Domingo, 10 de Noviembre de 2024 a las 15:00:29 horas
Iluso yo que pensé que el artículo iría a abordar cómo el socialismo impuesto en la RDA por la URSS dividió Alemania durante 40 años, especialmente a los berlineses, a los que separó con un muro y masacró al intentar huir a la RFA, pero veo que el texto es sólo otra oda al marxismo.
Recordar que RDA significaba República Democrática de Alemania, y que en los 40 años que duró, nunca se celebraron elecciones democráticas. Así que si, la democracia es un logro y uno que al socialismo siempre le ha incomodado.
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