
Hace ya un tiempo que la Casa-Museo León y Castillo venía realizando Recorridos Histórico-Literarios y Etnográficos por dicho lugar. Así los visitantes se podían instruir en la historia de ritos y costumbres de tiempos pretéritos, así como de la literatura surgida en torno a este espacio y contemplar algunas de las tumbas ocupadas por mujeres y hombres, cuando no de familias enteras de gran proyección social.
Primeramente destacaremos el extraordinario túmulo erigido por la Ciudad a quien fuera su Cura-Párroco desde 1864 a 1882, D. Juan Jiménez Quevedo. La obra mitad arquitectónica, mitad escultórica fue diseñada a manera clásica utilizando para ello la mampostería con ribetes de cantería gris y varias aplicaciones de placas de mármol blanco de Carrara. En ellas se puede leer: R.I.P. la Ciudad de Telde a su inolvidable párroco D. Juan Jiménez Quevedo. Dilectus Deo et Hominibus. En las otras caras del monumento en cuestión se señala: Honor (cara oeste), Virtud (cara este), 1882 (cara sur), y el grabado de un reloj de arena alado, símbolo del paso del tiempo (cara norte). Sabemos que todas las piezas de cantería fueron labradas en Arucas, Gran Canaria y, previamente numeradas, fueron traídas a Telde, en donde un maestro de obra local las ordenó. Las múltiples aplicaciones de mármol, fueron adquiridas en Carrara, a través de un intermediario.
Dos cuerpos piramidales desarrollados en altura y de anchura notoriamente diferenciados, sujetan en sus cuatro lados las piezas de mármol anteriormente aludidas, que destacan sobre la superficie mucho más oscura de la cantería. En la cúspide, coronándolo todo, una delgada cruz marmórea, resalta sobre toda la mole.
Ocupa un lugar privilegiado porque marca el centro geográfico del camposanto, equidistante de cada una de las cuatro paredes que lo limitan a los otros tantos puntos cardinales. Tras un pequeño ascenso, después de rebasar la puerta principal, se levanta inhiesta la sepultura monumental, que de esa manera interrumpe el paso en lo que, en principio, podía haber sido una avenida rectilínea central. Y a manera de cruz, parten de ella cuatro caminos o vías estrechas.
Al comenzar la calle colateral derecha, en un nicho alto, situado a la izquierda de la misma, nos sorprende la lápida que recuerda al Sr. D. Ramón Otero de Castro Figueroa con su leyenda en gallego: Un día volverei, nativa terra a descansar en ti/ dos meus caminos, mais no te alcontrarei/ en mi te levo, pero eu estoy moi/ loxe, loxe, loxe. (Un día volveré, nativa tierra a descansar en ti de mis caminos/ mas no te encontraré, en mí te llevo/ pero yo estoy muy lejos, lejos, lejos).
Los hermanos Otero, llegaron a la ciudad de Telde tras la Guerra Civil (1936-1939), aquí contrajeron matrimonio con las hermanas Ruiz Croissier, hijas del contratista de Los Llanos D. Antonio Ruiz Amador.
Muy cerca descansan en Paz, esperando sus Resurrecciones, el siempre recordado y admirado Dr. en Medicina D. José Brito Suárez, quien marchara de este mundo con sólo 43 años de edad. Y su amada esposa doña Herminia (Doña Mima) Castro Hernández, quien muriera muchos años después, dejando un gratísimo recuerdo por sus altísimas cualidades humanas y cristianas.
Entre las tumbas históricas del cementerio sanjuanero, resaltaremos la que en su momento se dedicara a custodiar los restos mortales de D. José María León y Falcón, padre de los León y Castillo, D. Juan y D. Fernando. Ciudadano notable, desempeñó cargos públicos de relevancia, entre otros el de Alcalde Constitucional.
Fallecido en 1854, de forma inesperada, tras sufrir una crisis cardíaca, dejó grato recuerdo en la ciudad y a unos hijos y viuda desconsolados de por vida. La sepultura a manera de catafalco, se encuentra semihundida debido al depósito posterior de picón o lapilli volcánica. Realizada en cantería gris de Arucas, cuenta con cruz de hierro forjado de origen francés, regalo personal del ingeniero Eiffel a D. Fernando, ya Embajador de España en París.
En la lápida sepulcral central de mármol de Carrara, en ella puede leerse: A la grata memoria del Sr. D. José de León Falcón, el más tierno de los esposos y el mejor de los padres. Con posterioridad y tras la muerte de su esposa, Dña. Concepción del Castillo Olivares y Falcón, se añadió otra inscripción que la recuerda: Consignan este triste recuerdo su inconsolable viuda Dña. Concepción del Castillo-Olivares y sus hijos D. Juan y D. Fernando. Como la mayor parte de las tumbas de ésta época, deben ser restauradas, liberada de la floresta y alzada tras restarle altura a la tierra circundante. En el caso que nos ocupa y gracias a las obras llevadas a cabo por la Concejalía de Patrimonio Histórico del Excmo. y M.I. Ayuntamiento de Telde, hoy luce con todo su esplendor.
Una de las familias con mayor raigambre y prestigio social entre los teldenses es, sin duda alguna, la de los Calderín, ricos propietarios de aguas y tierras, que en el siglo XIX ocuparon de plataneras, portándoles pingues beneficios como se demuestra en la adquisición de nuevas tierras de cultivo, acciones en explotaciones de agua, compra de inmuebles y erección de una magnifica sepultura a la muerte de una de sus miembros, la Sra. Doña Felipa Calderín, en el año 1867. Esta gran mole de cantería gris, se alza unos 70 cm. por encima de las otras que le acompañan. Varias placas de mármol blanco profusamente grabadas dan testimonio de los allí inhumados. Destacamos el estilo neoclásico de dicho enterramiento, cuyas esquinas de adornan con bellas acróteras. En la base de la cruz, el labrante manifiesta su conocimiento del oficio dedicando a ésta un tratamiento especial, en donde se vislumbran ciertos gustos historicistas.
Conserva el Cementerio de San Juan Bautista varios panteones familiares, destacamos por su importancia constructiva, eco de la social, el levantado por don Felipe Betancor y López en memoria de su querido tío y protector don Mateo Bethencourt y Rodríguez, fallecido el 6 de abril de 1901, como se deja escrito en el frontispicio de dicha capilla mortuoria.
La familia Bethencourt, celebres comerciante y propietarios de San Gregorio, ocuparon un lugar destacado en la sociedad teldenses, en donde siempre fueron dignos representantes de una burguesía ilustrada y emprendedora. Esta familia fue conocida con el sobrenombre de los Casallas, apellido este, aunque perdido para las nuevas y más recientes generaciones, mantuvieron por varias décadas en tiempos pretéritos. Varios de sus vástagos, emparentaron con otras estirpes de indudable peso social, tales como los Medina, De la Coba, los Verona, etc. tras una fachada de doble arco de medio punto ligeramente elevado, el primero formando la puerta de entrada y el segundo como ático frontal, descansa este último en dos rebajes rectilíneos. Es una pena que hoy luzca una puerta de aluminio, adecuación a los tiempos que se divorcia de la estética general del monumento. Este elemento, a su vez, posee cristales traslucidos, evitando la visión de interior, cuestión ésta que si bien suprime la codicia del amigo de lo ajeno, priva al común de los visitantes de la vista siempre satisfactoria de su interior.
Junto a ésta, y en su parte sur, se encuentra la sepultura de un joven, también perteneciente a la burguesía del Barrio de los Llanos. Nos referimos a la que sus padres mandaron a realizar para que contuviese en su interior los restos mortales del Sr. D. Francisco Blanco y Guerra, fallecido el 20 de abril de 1896. Esta familia de origen no teldense, llegó de Arucas al socaire del desarrollo urbano y comercial del Barrio de Arriba. La familia Blanco Guerra mantuvo por espacio de más de un siglo una gran tienda, en la actual avenida de la constitución, en su confluencia oeste con la calle Ruiz. Su casa-comercio de estilo modernista se abría a esa vía principal con garaje o cochera y numerosas puertas, lo que le daba gran presencia y solera. En su interior un gran patio central porticado con columnas corintias hacían las delicias de su rico propietario y de su numerosa prole. El edificio en cuestión se abría al exterior, tras sencilla y alta tapia a la nueva calle María Auxiliadora. Esa segunda fachada con ventanales en altura poseía una escalera imperial o de doble tiro que descendía hacia una espléndida huerta ajardinada, con varias jaulas en donde se cuidaban con esmero ejemplares ratos de fauna de la cercana África, entre ellos: Un camello, media docenas de gacelas, tortugas, monos, tórtolas, gallinas de Guinea y varios ejemplares de avestruces traídas de la lejana Australia. También cabras, ovejas, perros, gatos…
Una de las hijas de la familia, la Sra. Dña. Zoila Blanco Guerra casó con el adinerado comerciante local don Francisco Pérez de Azofra , que explotaba una importante firma de negocios en la Plaza de San Gregorio. Este rico propietario inmobiliario también lo fue agrícola, poseyendo una de las fincas más productivas, en la llamada Planta de la Luz, en el camino que va hacia El Caracol. Aunque la finca producía gran cantidad de plátanos, poseía una notable plantación de cafetos.
La tumba que ha motivado estos otros comentarios, tiene forma de catafalco levantado hacia su cabezal y descendiendo hacia los pies. Contaba hasta hace poco tiempo con una gran cruz de cantería , decorada en sus extremos, pero no sabemos a dónde ha ido a parar. El mármol de Carrara trabajado por el Sr. Wiot industrial de Las Palmas de Gran Canaria, hace de nuevo presencia a lo largo de la superficie en forma de lápida. Esperemos que dicho símbolo cristiano sea repuesto en su lugar de origen, a fin de que la ahora incompleta sepultura luzca con mayor decoro.
En la parte suroeste, destaca el mausoleo-capilla de las familias Betancor Calderín, terratenientes teldenses dueños de pozos, galerías y terrenos, tanto en la Vega como en Las Rubiesas así como en las playas de El Hombre, Hoya Pozuelo y Taliarte. El edificio en cuestión se alza en un momento de transición de los gustos constructivos como queda patente en su propia fachada. En ella, un arco ojival nos recuerda otras construcciones neogóticas que por entonces se realizaban en ésta y otras ciudades del Archipiélago Canario. Pero en su parte superior, coronándolo todo, un frontón quebrado custodia una cruz. A ambos lados de éste, dos búcaros o jarrones parecen mantener el equilibrio estético de toda la construcción. Bajo aquella, tres lapidas de mármol recuerdan a otros tantos difuntos de esta importantísima familia del sector de San Juan. Primeramente y en su centro se puede ver : A la memoria de Manuel Betancor y Betancor, fallecido el 2 de agosto de 1901 a los 63 años de edad. Su esposa e hijos. A la derecha de ésta otra lápida de menor tamaño a doña Cándida Calderín Sánchez, fallecida en 1955 a los 79 años. Y, al lado opuesto otra de idéntica dimensión hace alusión a don Eladio Betancor Calderín fallecido en 1952, cuando contaba 77 años.
Característica principal de esta edificación es la excelente combinación entre los elementos nobles de cantería y los límpidos paramentos de mampuesto, que no hacen sino resaltar la nobleza extrema de tal construcción. Alabamos el buen gusto demostrado por sus actuales propietarios a la hora de reponer la carpintería de madera, pero tenemos que lamentar de nuevo el uso de cristal traslucido que impide la visión global del monumento funerario. Tal vez la colocación de una vidriera de colores (que ya tuvo) dejarían pasar la luz y permitirían el juego de diferentes tonalidades, contribuyendo a ser más impresionante y coetánea toda la obra.
Siguen a ésta los primeros nichos realizaos en este cementerio. Muchas familias optaron, desde el principio, por esta clase de enterramiento. Entre otros aquí yace don Manuel Álvarez Mayor, varias décadas alcalde-presidente del nuestro M.I. Ayuntamiento, bajo cuyo mandato se creó la actual Banda Municipal de Música. Fallecido en 1912, le acompaña en su tumba su querida esposa dña. Dolores Peña Silva, fallecida en 1917. Verdadera dama teldense de gratísimo recuerdo por sus grandes dotes humanitarias y su gran prestancia. Cualidades que le valieron la admiración perpetua de nuestros convecinos.
Muy cerca de éstos en un plano superior descansan los restos mortales del también alcalde de la Ciudad don Juan Ojeda Medina de imborrable recuerdo y de la que fuera su distinguida esposa dña. Dolores Álvarez Peña.
Junto a este grupo de nichos se erigió, muy tempranamente un mausoleo o capilla sepulcral de particular hechura. Allí las trazas clásicas se entremezclan con otras que nos retrotraen a etapas preclásicas del llamado mundo arcaico. Hoy en día, luce mucho menos que lo que lucía hace un par de décadas, toda vez que una pésima intervención en la pavimentación inmediata, elevaron en demasía el piso de la pequeña avenida que le da acceso, dejándole un aspecto rechoncho o bajo que le hace perder prestancia. Se trata de una de las más bellas tumbas familiares del recinto. En su frontis aparece la inscripción: Aquí yace los restos de don Agustín Navarro y doña Nicolasa Betencourt sus cariñosos hijos le dedican este recuerdo. Aconsejamos que se realice obras de adaptación que permitan conseguir niveles acordes con la importancia de la construcción, así como abrir el vano del pequeño postigo colateral izquierdo que permanece semi tapiado y que es motivo de la existencia de humedades en su interior. En la confluencia entre el cementerio antiguo y el nuevo, como se suele denominar a las dos partes del mimo camposanto, existen dos tumbas, cuyas características arquitectónicas nos retrotraen a modo de enterramiento muy propio del siglo XIX. Ambas parten del gusto clásico, imitando así las antiguas sepulturas grecoromanas: Sobre pedestal piramidal truncado, la primera de ellas mezcla la cantería, esta vez parda, con un elemento de madera en su parte superior, que como ánfora remata el conjunto. Debido a la elevación del suelo circundante por el aumento desmesurado de la tierra de dicho parterre, no podemos acceder fácilmente a la parte más labrada, de la que solo podemos atisbar una pequeña cruz. Junto a esta sepultura otra de mayor elocuencia artística, toda ella confeccionada en mármol de Carrara, se configura como una columna cúbica, que decrece según se eleva de su propia base. Sobre ella y bien centrada inhiesta, luce por mérito propio un ánfora coronada a su vez por una llama perpetua. Adornando a este elemento alusivo a la Vida Eterna una guirnalda de flores la envuelven y un manto se deja levemente caer con el descuido de lo huido. Según la iconografía del arte este tipo de vasijas recuerdan el propio cuerpo, la llaman el alma inmortal, y los elementos florales y textiles marcan el triunfo y el paso de una vida a la otra. Carecemos de la documentación necesaria para afirmar, como algún que otro lo ha hecho, de que estas dos tumbas están conectadas directamente con el mundo masónico. Tampoco ha de extrañarnos al evitarse a la cruz en uno de ellos y su situación extramuros del propio recinto sagrado. Con respecto a todo ello podemos aludir a la sospecha confirmada, de ser un monumento funerario múltiple como lo atestigua las inscripciones realizadas en su frente, que recuerdan al menos a cinco personas de apellidos diversos y aparentemente sin relación alguna (Ahora sabemos que se trata de la tumba de los accidentados en un coche de hora que bajaba de San Roque e Higuera Canaria, y que a perder los frenos cayó por uno de los lados de dicha carretera.). También su ubicación actual pudiera no ser la inicial. Pero al abrirse, previo derribo el tapial sur para la ampliación del camposanto, es más que probable que sufrieran un traslado forzoso.
Advertimos al sufrido lector, que en una tercera entrega, la próxima semana, daremos por finiquitado el presente estudio sobre el Cementerio Católico de San Juan Bautista, el primero y por tanto el más antiguo de los dos que hasta hoy en día posee nuestra ciudad. En fechas venideras y en tres entregas, daremos cumplida información sobre la Historia del Cementerio Católico de San Gregorio Taumaturgo de Los Llanos.
Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte y cronista oficial de la ciudad de Telde.
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