Papas del país, decimos en el mercado. Del país canario, desde luego. No es preciso apelar al kilómetro cero que no deja de ser una especie de eufemismo para llamar a aquello que consumimos siempre, nosotros y los que nos precedieron. En algún momento de la historia, la invasión del producto foráneo copó la oferta al alimón de la expansión de los supermercados. Somos lo que comemos. Incluso, una forma de vida que supera el bienestar del cuerpo. Naranjas de Telde o de Santa Lucía de Tirajana, plátanos de Gáldar, aceite del pago de Temisas en Agüimes… todo un manjar que nos es natural, que nos pertenece, pero que algo falla cuando no está al acceso de todos los bolsillos. Los salarios en Canarias no ayudan. Y los hoteles tiran de papa de fuera para ofrecer a los turistas. Queda tanto por avanzar en la agricultura isleña, para reforzarla y no perderla.
Por eso cobra valor la Feria Km. 0 que recorre los distintos municipios de Gran Canaria y que consiste en una multitud de puestos donde puede comprarse también vino, queso, miel, pan… Este próximo fin de semana estará en Santa Brígida, en horario de mañana. Un plan magnífico para recorrer las medianías el sábado y el domingo, e irse a casa con algunos productos de los nuestros. Aquellos que si no compramos, nadie lo hará por nosotros.
El tomate del sureste de Gran Canaria, el de Vecindario y Juan Grande, como el de La Aldea de San Nicolás, hace tiempo que compite con la competencia desleal de Marruecos. Allí los jornaleros no disponen de los derechos que sí atesoramos en el archipiélago. Venden más barato, Europa lo permite y carcome el potencial del sector primario canario. Mal asunto. Lo arrastramos desde hace décadas. Como el otro debate de la banana del otro lado del Atlántico con respecto al plátano de La Palma y de otros enclaves isleños, que ya en la meseta apenas distinguen la calidad y piensan que vale por igual lo uno que lo otro.
Las Administraciones públicas deben mejorar las condiciones de nuestra agricultura. Deberíamos alcanzar la meta de ser capaces de generar aquí todo o casi todo aquello que consumimos. Se denomina soberanía energética. Y es un logro en tiempos globalizadores como el actual, donde su lado oscuro existe y nos habían vendido que no, que la globalización era el oasis planetario al que teníamos que sucumbir. Cuánto engaño.
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