
Es difícil mantener hoy la tesis de que existen aún los medios de comunicación de masas. La crisis de la intermediación, propia del periodismo, nos lleva a un nuevo escenario donde surgen numerosos medios que, a su vez, alcanzan segmentos muy distintos. ¿Cómo se conforma entonces la opinión pública? Ese es el gran dilema, y atañe a partidos políticos, anunciantes, grupos de presión… Los cauces clásicos se han destartalado amén de la revolución digital que, por otra parte, solo acaba de comenzar. En veinte años mal contados, es increíble cómo ha alcanzado metas Internet. Por tanto, cómo lo será todo dentro de una o dos décadas, epata por igual.
Concurren distintos soportes (periódicos, radios, televisión…) que ‘per se’ disponen de un sinfín de voces. Y esa cacofonía no tiene orden, precisamente es distingue por el desorden. El mismo que llama a la confusión a la sociedad en su conjunto. En el teléfono móvil está todo: lectura, consumo audiovisual, radio… El dispositivo es la nueva rotativa. Y encima es una imprenta que cada uno lleva en su bolsillo. Y, por si fuera poco, hay que añadirle que cada ciudadano genera contenidos que comparten entre sí. El tsunami es considerable.
En España las campañas electorales de 2023, tanto autonómicas y locales como generales, fueron las primeras que discurrieron sin los cánones clásicos, sin la predominancia de lo analógico. Eso cogió a numerosas siglas con el pie cambiado. Y esto ha venido para quedarse. Lo de ayer no retornará. Si acaso irá a más este desorden o, puede, que con el tiempo asome una nueva armonía. A saber.
Ahora bien, ¿cómo podrán los medios de comunicación dar bandazos editoriales si están sujetos a la dependencia financiera? Esa es la clave. Porque llegará un momento que esos bandazos salgan más caros. A mayor debilidad económica, menos independencia periodística. La regla es de siempre. Pero su pujanza mayor en cuanto que no podrán dar ‘volantazos’ que hoy y mañana resultarán muy costosos. El votante no se casa con las siglas, el consumidor de información tampoco lo hace. Y en estas estamos. Iniciando una senda digital que nadie sabe qué deparará. Las posibilidades de propagar los contenidos son inmensas, y versátiles. El móvil manda. Un tagoror electrónico que se torna cómo lugar de debate y óptimo para compartir ideas. Ya lo estamos viviendo. Sus consecuencias están presentes. Y habrán muchas más.
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