Sin casas

La realidad de la vivienda en Canarias abarca otra problemática, al margen del alquiler y el elevado precio. A saber, que los centros poblacionales se están convirtiendo en cotos cerrados. Y no me refiero ya a la cuestión del alquiler vacacional, todo un virus que expulsa a las canarias y canarios de sus enclaves, especialmente en las ciudades capitalinas, sino también en términos municipales de menor dimensión. Por ejemplo, encontrar hoy una vivienda vendiéndose en el pueblo de Santa Brígida es una odisea. Sencillamente, no hay oferta. Subrayo, no hay oferta razonable. Habrá alguna cosa pero no lo suficiente como para pensar que cualquiera de un día para otro pueda mudarse dentro de Gran Canaria o de una isla a la otra. La movilidad se ve reducida a marchas forzadas.

Otro tanto acontece en Arrecife. Lanzarote se ha tornado en un paraíso inalcanzable para los isleños. Y hablamos de Arrecife, no del barrio de Salamanca en Madrid. Dicho en plata, nuestras poblaciones (cuya calidad de vida es razonable, no más) se convierten en caprichos muy alejados del bolsillo. Esto no pasaba hace treinta años. Y no tiene pinta que vaya a revertirse. Sobre todo, si no hay medidas legislativas. Y lo único que aflora son las declaraciones de la ministra de Vivienda y Agenda Urbana apelando a la solidaridad de los caseros para que bajen el precio del alquiler. Es querer ver, a la fuerza, el lado amable de la mano invisible del capitalismo. 

Las palabras de Isabel Rodríguez no duraron nada. Su sostenibilidad decayó enseguida. La ministra pegó un volador mediático que le fue contraproducente a la primera. Querer así modular el libre mercado es como pensar que la delincuencia se acaba rezando en capilla. No es el caso. ¿Cuánto tiempo más podrá seguir aumentando la espiral alcista de la vivienda? A buen seguro, proseguirá en esta senda pues, aquí sí, la oferta es muy baja con respecto a la demanda. Especialmente, en las islas; territorio acotado pero su buen clima invita a arribar a este lado del Atlántico.

En Telde lograr obra nueva es otra misión quijotesca. No hay nada, o apenas hay nada. Y nunca lo suficiente para que concurra una dinámica normal entre oferta y demanda. Lo que permitía hasta hace unos años mudanzas e independencias de los descendientes. A este paso se querrá invertir por todos en Tejeda y Artenara. Y si eso ocurre, la distorsión será total.