Hubo que esperar a mediados de la década de los ochenta para poder hablar de cine canario. Esa es la primera grandeza de ‘Guarapo’ (1987), que abre ese debate: hay cineastas isleños que merecen tener voz propia porque su obra reluce. Y no solo eso, tienen el atributo, además, de otorgarle autoestima al pueblo canario. Porque aquellos que desconocen su identidad no pueden quererse y respetarse a sí mismos y a su semejantes. Los hermanos Ríos, Teodoro y Santiago, repararon enseguida en eso. Y lo hicieron valer con una obra social, costumbrista, que nos retrotrae a La Gomera de la posguerra, una tierra (todas las islas entonces) repletas de caciquismos.
Aquella Canarias emigraba. Un tema que ahora está de moda pero al revés. Nos olvidamos que nuestros antepasados trataron de ganarse una mejor vida en Venezuela (los de las islas occidentales) y Cuba (los de las islas orientales). Huyeron de la miseria y la ausencia de expectativas, y también de la dictadura. En el archipiélago no hubo Guerra Civil pues triunfó enseguida el golpe de Estado de Franco y sus conmilitones, pero hubo represión a mansalva y desde el primer instante. Memoria democrática.
La narración de ‘Guarapo’ es la de la gente sencilla. El pueblo llano. El que padece las cacicadas. Y el largometraje contiene una historia de amor en el que la verdad compartida de los enamorados sortea un sinfín de obstáculos para prometerse el uno al otro que hay un porvenir que les aguarda. Y no hay cacique, Guardia Civil y miserias humanas en la ínsula (pueblo chico, infierno grande) que podrán acabar con el amor que ellos profesan, a prueba de lo que haga falta.
La película se proyectará esta tarde en el Centro Cultural de Santa Brígida a las 19:30 horas. Y contará con la presencia de los directores, lo que augura un buen coloquio. ‘Guarapo’ es de 1987 y, por tanto, ya en aquel momento Canarias goza de autogobierno. Las primeras elecciones a nuestro Parlamento fueron en 1983. Lo que brindó que desde aquí pudiésemos poco a poco recuperar nuestra autoestima, coartada y mermada siempre por la conquista, el centralismo mesetario y la dictadura franquista. En las últimas cuatro décadas la autonomía, cada vez más ansiada, ha permitido una expansión del pueblo canario inimaginable hasta hace no mucho. La emigración ha sido una nota distintiva siempre en el alma del isleño. La conocemos de primera mano. ‘Guarapo’ es identidad.
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