
El que aparece en la foto que ilustra esta columna se llama Óscar Pierre, fundador de Glovo. Mañana lunes se sentará en el banquillo, enfrentándose a una posible pena de prisión al estar acusado por un delito contra los derechos de los trabajadores. Así lo sostiene la Fiscalía y sería en los juzgados de Barcelona donde la responsabilidad de Pierre será dirimida jurídicamente. Y, a pesar de la imagen generalizada (y con razón) de que este delito es aplicable para quien instrumentalice emigrantes en fincas agrícolas o nativos en las minas de antaño, conviene reseñar que este tipo penal persiste en la sociedad aunque revestido de otras maneras, aparentemente más amables.
Pierre, y otros como él, con el rollito chachi del que trata de quedar bien ante sus trabajadores, la realidad es (al margen de qué se decida en lo penal) que estos falsos autónomos son, sin duda, trabajadores por cuenta ajena. Vamos, asalariados de toda la vida. Con la bicicleta o la moto, y teniendo un dispositivo electrónico como brújula que de paso les controla, muchas trabajadoras y trabajadores se juegan la vida a contrarreloj para entregar los pedidos. Y Pierre y su legión de especuladores, les venden que ellos son personas libres dueñas de su destino por no estar pendientes de los dictados de un empresario. Rocambolesco. Dicho en plata, la dominación ahora se sujeta a negarla, a que no existe la relación laboral y sus notas distintivas que giran en torno a la dependencia. Un trampantojo.
Este joven (o no tan joven) precariado recorre con prisas las ciudades bajo el falso señuelo de una libertad irreal, pues es formal pero no material. Los repartidores son un claro ejemplo de precariado que nunca llegará a ser clase media. Quedan empantanados. Como acontece en otros tantos sectores. El ascensor social se ha roto desde la Gran Recesión de 2008. Y no se prevé que la revolución digital lo arregle.
Mientras tanto, estos falsos autónomos, sentenciado así por la justicia, pues ha declarado que la relación de estos repartidores con las plataformas digitales es laboral, esperan ventanas de oportunidad que no llegan. En la década de los ochenta y noventa, los jóvenes echaban unas horas en la pizzería del barrio los fines de semana en aras de un porvenir vendido de antemano favorablemente. Dicho en plata, se trataba de formar parte de la clase media aspiracional. Esta fue la gran conquista de la generación que se hizo adulta con la Transición. Sin embargo, estos repartidores están ceñidos a una falta de futuro y, lo más importante en lo inmediato, han sido usados como trabajadores al antojo de la apetencias de supuestos empresarios posmodernos con camiseta y pinta desaliñada. Gracias que el sindicalismo de clase está ganando terreno.
Jose | Domingo, 15 de Septiembre de 2024 a las 12:03:11 horas
Invito a quien escribió esta noticia y a todo aquel que se quiera informar de verdad a que le pregunté a algún repartidor de glovo si trabaja precariamente,yo he sido camionero toda mii vida por cuenta ajena más de diez horas diarias y nunca he tenido un sueldo de más de 1200-1300€ al mes **** o si es precario.llevo casi 3 años trabajando para glovo y Uber y trabajo 5-6 días a la semana a una media de 7-8horas por día y me suelo sacar al mes más de 2300€,y conozco mucha gente que trabaja mas horas que yo que se hace más de 3000€.asi que si estoy es precario que alguien me diga un trabajo que haciendo esas horas por cuenta ajena gane lo mismo o más para presentarle currículum.
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