No se sabe ya si caben entendimientos entre el PSOE y el PP. Los dos partidos de Estado, los actores del bipartidismo dinástico y sistémico, se antojan como elementos cada vez más separados entre sí en la medida que crece la crisis sistémica; a veces rebajada, otras no. Socialistas y populares eran, hasta la irrupción del multipartidismo, los que se peleaban pero al tiempo los que se entendían, llegado el momento, y lo hacían les gustase o no. Era su obligación moral. Incluso, hay quien define que todo eso era parte del teatro: se escenificaba la discrepancia para luego, con discreción, arreglar el papeleo mutuo. Y así la España política seguía su curso. Eso sí, mientras una economía boyante lo permitía. Eran las décadas de las vacas gordas.
¿Y ahora? No lo sabemos. La pugna entre ambos no solo persiste sino que es mayor. Los dos partidos saben que para gobernar necesitan de otros socios. Ninguno sacará mayoría absoluta ‘per se’. Al contrario, mendigarán (mendigar para alguien que estuvo antes en la opulencia) acuerdos parlamentarios con siglas que jamás imaginó. ¿Cómo entonces luego el uno y el otro, PSOE y PP, podrán negociar entre sí? ¿Sigue el teatro o ya es real la divergencia para siempre? ![[Img #1017475]](https://teldeactualidad.com/upload/images/03_2024/967_rafael-foto-reducida-225.jpg)
Es igual que esté en La Moncloa Pedro Sánchez que Alberto Núñez Feijóo. A estos menesteres. El mundo de ayer se esfumó. Ni socialistas ni populares otean los 150, 160 o 170 diputados. La fragmentación es real. Se ha recuperado algo el bipartidismo, es verdad, pero no llega a los niveles de antaño. Las mayorías electorales son reflejo de las mayorías sociales. Y las clases medias que sustentan (o sustentaban) el bipartidismo dinástico y sistémico, no son lo que eran.
De ahí, viene todo. O una gran parte. En la Transición hubo acuerdos, evidentemente, había competencia entre las siglas, pero estaba el camino claro a recorrer: consolidar la democracia bajo la forma de monarquía parlamentaria; al margen que no se votase monarquía o república. El fin era el que era. ¿Pero en el presente? PSOE y PP saben, o deberían saber, la crisis constitucional que hemos atravesado y, empero, desconocen qué España desean de aquí a la próxima década, al menos. Sin bases previas, ¿qué vas a acordar con tu principal adversario? Si Alfredo Pérez Rubalcaba garantizó que Felipe VI obtuviera la Corona con normalidad institucional, el PSOE hizo su faena, ¿no será entonces teatro lo que hoy vivimos? La incógnita persiste. Las repercusiones no, son palpables. Se viven en la calle.
























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