
Las Fiestas del Pino son una explosión colorida de canariedad. No solo por el resurgir anual de las vestimentas, tradiciones y hermanamientos entre islas, sino por el impulso de los deseos que congregan a todos en Teror. Eso es, la cita de septiembre, justo a la vuelta de las vacaciones, meciendo entre el arranque del curso y la bienvenida al otoño, es la de los deseos particulares y corales de la sociedad isleña. Los que van a Teror, los que asisten a la romería, los que siguen las jornadas en este municipio, sea en persona, por televisión o radio, arrojan sus anhelos y aspiraciones ante la Virgen del Pino.
Ese es el sentir popular, el sentir isleño. Los que piden por ellos y por los demás, por sus familiares y allegados.
Los que aguardan un soplo de suerte o una oportunidad que los saque del bache o la mala racha que padecen. Esa es la romería, la caminata, el rezo. Es Teror. Y cada curso inaugura septiembre al tiempo que enaltece Gran Canaria. Dando cabida a la ofrenda de los municipios a la vez que el presidente del Cabildo, Antonio Morales, les acompaña una a una a rendir en honor alimentos y cosas de la tierra.
Teror es ese pueblo canario, otrora campesinado, que vuelca su pasión colectiva. De ahí, el rescate de las tradiciones de las islas, con excusa de la visita a la Villa, o lo que se tercie, pero que da forma a las aspiraciones de Gran Canaria y del archipiélago. Un canto de resistencia hacia la globalización desbocada que desdibuja el sentir e identidad de cada pueblo, si este no lo defiende ante los vientos huracanados del neoliberalismo y su indiferencia.
Salud, tener trabajo, superar un revés que el azar ha interpuesto en la senda, el afán de amor… Son numerosas las peticiones que se cobijan camino de Teror, o desde la distancia. El fervor popular en esa plaza y las calles aledañas en la Villa, es un testimonio grancanario que se erige en herencia que pasa de generación en generación. El ver cómo cada municipio (Arucas, Agüimes, Gáldar, Artenara…) ofrece lo mejor de sí para los más necesitados, es distinción de las personas de buena fe y sana voluntad. El mejor regalo de canariedad y fraternidad de este pueblo atlántico se concita cada septiembre. Y debemos preservarlo, con la misma ilusión con la que recordamos hoy las Fiestas del Pino tiempo atrás. Es Gran Canaria, nuestra isla.
























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