Conversaciones imposibles. Las piedras del Templo

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno, no la derrotará, San Mateo 16,13-20”. La noche era apacible y desde la ventana donde nos ubicaron para la cena, se contemplaba la majestuosidad de la basílica, las sombras de las palmeras y las plantas que la adornaban por un lateral, creaban figuras aladas, figuras que correteaban, que murmuraban al viento.

El criterio fundamental para discernir los usos de nuestras iglesias, nos lo ofrece el canon 1210: “en un lugar sagrado, solo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento del culto, de la piedad y de la religión y se prohíbe lo que no estén consonancia con la santidad del lugar. Sin embargo, el autorizado por el Pontífice puede permitir, en casos concretos, otros usos, siempre que no sea contrario a la santidad del lugar”.

Las piedras de la basílica, una vez que las ramas dejaron de sacudir sus ya pertrechas costuras, se apresuraron a arremolinarse alrededor de una de las sombras que sobresalían, una piedra grande, de cantería, que adornaba la entrada al Templo; le oí bajar la voz como un susurro, su voz ronca, pero apacible les decía a las demás, la iglesia contemporánea se parece más a una gran corporación que a lo que se describe en el Nuevo Testamento. Incluso, quienes rigen las iglesias a veces se parecen más a los presidentes y ejecutivos de empresas que a humildes y piadosos pastores. 

Un remolino de voces se entrecruzaban, entre suspiros, sollozos y consentimiento a lo escuchado. La noche empezaba a hervir, las piedras más entusiastas animaban la velada y la voz de la piedra guardián de la entrada resonó como un eco, fuerte y certera. Prosiguió su relato, dicen que las posiciones referentes a la verdad deben formarse sobre la base de la lógica la razón y el empirismo en lugar de la autoridad, la tradición, la revelación o algún dogma en particular.

Sin embargo, hay un apartamiento cada vez mayor de la juventud, ven a la religión, como algo pasado de moda, en especial el cristianismo. Las guerras internas de su propia feligresía, han creado bandos, siempre los hubo y los habrá, pues todo es poder. Las piedras menores seguían extasiadas con el relato de su hermana la mayor, esta, proseguía contemplando regocijada con la expectación creada; la religión, prosiguió, debería aportar satisfacción, felicidad, longevidad y otros beneficios a las personas practicantes. La causa de la inmensa mayoría de guerras no ha sido la religión, sino motivaciones políticas, territoriales y económicas. 

Para el sociólogo Frédéric Martel, que acaba de publicar, Sodoma: Poder y escándalo en el Vaticano, la actual crisis que vive la Iglesia es imputable a una “cultura del secreto” que permea la vida eclesiástica. Una cultura que ha permitido los abusos a menores y que es responsable de la doble vida de muchos prelados. 

Las piedras de la basílica, de forma coral fueron volviendo a su sitio, entre murmullos, sombras y caricias de las ramas, una de pronto grito, ¡hay que abrir los templos!, que entre luz y alegría. Que sea la casa de todos, grito otra. Las luces del alba fueron apareciendo y los ecos aún en el aire se fueron apagando, la basílica seguía ahí, inerte, invitada de piedra en las cosas mundanas.

Gregorio Viera Vega es exconcejal socialista del Ayuntamiento de Telde.