
Andan las aguas revueltas en Vox desde hace tiempo. El ambiente interno es infumable. La gente se larga. Se mezcla el sectarismo con la sinrazón ultraderechista que, con el tiempo, si su carga vehemente y antisocial no se plasma en resultados, como afortunadamente ocurre, se torna en decepción agigantada. Rita Cabrera es la otra edil que, al parecer, podría dejar a Vox tirado en Telde. Ya lo hizo Janoa Anceaume. Y la primera se ha quedado manteniendo el mástil de la formación neofascista en la soledad más absoluta. Solo en la ciudad de los faycanes, al menos en Canarias, el PP ha hecho un ‘cordón sanitario’. Aunque luego metan la pata con declaraciones desaforadas que enfangan la política.
A la crisis de Vox en Ingenio se sumaría ahora el runrún de la total en Telde. En las islas la presencia de la
ultraderecha es escasa, a diferencia de la meseta, aunque si bien es cierto que obtuvo representación al Congreso de los Diputados por las dos provincias canarias. Estos escaños ambiciona el PP absorberlos en las próximas elecciones generales.
Vox fue una respuesta al ‘procés’. Cuando la unidad patria se sintió atacada, afloró el nacionalcatolicismo posfranquista que anidaba en sectores mesetarios. Fue el momento de la gente jaleando a la Guardia Civil a las puertas de las casas cuartel para que fuese a Cataluña en 2017 a poner orden, supuestamente. La división fomenta la división. Y eso le sucede actualmente a Vox. La situación en el salón de plenos en Telde es insostenible para Rita Cabrera. Y con independencia de que se marchase al grupo de los no adscritos o simplemente corra la lista, Vox está tocado en el segundo municipio de Gran Canaria. Los dos ediles peligran en 2027 y el resto de formaciones ansían subir a su costa.
El neofascismo no tiene cabida en el archipiélago. La voracidad en las redes sociales del grupito que actúa como una manada, al estilo de los submarinos nazis de la Segunda Guerra Mundial, pero sin su eficacia, no tiene una traslación social. Son en la calle muchos menos de los que ellos dicen que son. La repulsa ciudadana a la extrema derecha es una tarea de todos. Se dirime el presente y futuro de la democracia. Vox contamina la vida pública. El neofascismo no opera con las escuadras del amanecer y las botas altas y correaje paramilitar del siglo XX, lo hace hoy en internet y amén de los teléfonos móviles. No pueden ver ni al feminismo ni al sindicalismo. Los tacha (y con razón) de sus adversarios. La intransigencia detesta lo colectivo, se ciñen a lo menudo de los egos aferrados al capital y sus temores sistémicos. La ultraderecha es antisocial.



























Antonio Navarro | Domingo, 25 de Agosto de 2024 a las 00:36:16 horas
Yo pienso todo lo contrario. Lo que creemos en las constitución de 1978 y en la protección de la soberanía nacional. El único partido político que nos queda es VOX. Bruselas, P.P. y PSOE han traicionado a Canarias y a España con la inmigración ilegal. Ahora son los mismos qué después de vivir con todos los gastos pagados en los centros de menores, nos quieren robar nuestras viviendas a través de la Okupación. Al ritmo de llegada de pateras, está gente nos gobernaran, y entonces en ese momento, sabremos nosotros lo que es la extrema derecha en nuestra carnes. El tiempo corre a su favor y a nuestra contra, mientras está situación no cambié. Si Europa no despierta se convertirá en un Califato. Así que salud y suerte.
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