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Primera Plana

Un funcionario cultivado

Columna de Rafael Álvarez Gil

RAFAEL ÁLVAREZ GIL Jueves, 15 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura: Actualizada Jueves, 15 de Agosto de 2024 a las 07:27:08 horas

El lunes falleció Juan Rodríguez Drincourt, a los 90 años. Fue secretario del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, funcionario capitalino durante décadas. Hasta ahí un periplo plausible. Pero ocurre que no responde al prototipo habitual de burócrata al uso que tenemos en mente y que, por desgracia, en parte, hoy persiste. Sea porque el hábito hace al monje, por limitaciones personales o por carencia de inquietudes, todavía en el presente anida en la Administración devotos positivistas de la letra menuda de los reglamentos y ordenanzas; ciñéndose a mundos chiquitos que solo son escrutados y manejados por ese burócrata de turno. Acontece, y están presentes incluso a pesar de la descentralización territorial que trajo la democracia del 78. No fue el caso de Rodríguez Drincourt.

 

Primero, porque fue un galdosiano practicante. Segundo, porque le apasionaba la Unión Deportiva Las Palmas. Y, sobre todo, porque reproduce el modelo francés de la Administración napol[Img #1017475]eónica desde el sentido ilustrado que arrojó la Revolución. Vamos, lo que se intentó importar en España a principios del siglo XIX, tildados de afrancesados, y que fueron víctimas de la sinrazón o la querencia patria ante la invasión. Así que en el archipiélago, pasado un siglo y medio, entre la cuna isleña y los antepasados galos, Las Palmas de Gran Canaria disfrutó del servicio de un funcionario en el sentido más completo e ilustrado que imaginaron siempre en el país de la luz enciclopédica.

 

Por otro lado, algo tuvo que retener en su estancia como estudiante de Derecho en Madrid. Licenciándose a mediados de la década de los años cincuenta, tuvo que vivir de cerca las protestas estudiantiles de 1956 que fue, veinte años después, la primera contestación de relieve y en el interior a la dictadura franquista. “Nosotros, hijos de los vencedores y vencidos…” Con ese estilo poético y ceremonioso comenzó aquel manifiesto de una generación que tibiamente no digería el encorsetamiento del régimen y la ausencia de libertades. En aquel Madrid de falangistas contrariados, tecnócratas a las puertas de ser aupados al poder y movimientos clandestinos de una oposición monopolizada (como podía) por el PCE, estudió nuestro funcionario.

 

Quede constancia en acta que las referencias que he tenido siempre de él han sido, principalmente, por su hijo Juan Rodríguez-Drincourt Álvarez. Titular universitario, constitucionalista y, para mi honra, cotitular junto a Juan Fernando López Aguilar de mi tesis doctoral. No pude tratarlo en persona. Pero en el profesor (y amigo) destellan las cualidades y el linaje atlántico del padre. De hecho, su segundo doctorado trae causa histórica, entre otros factores, del imperialismo europeo (y francés), y está disponible en la editorial Aranzadi.

 

El funcionario tuvo relevo generacional. Aún el hijo recuerda con emoción cuando allá por los noventa, que no había teléfonos móviles, llamaba desde Madrid a casa a contarle al padre cómo había quedado la Unión Deportiva Las Palmas en los partidos a domicilio cuando transitaba varios cursos por la Segunda División B. Mi pésame a la familia. Descanse en paz.

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