
Vivimos un cambio civilizatorio. El avance que ha supuesto el teléfono móvil, en tan poco tiempo, anuncia indicios muy significativos en lontananza. Si nos detenemos, en frío, es indudable que WhatsApp ha vencido a la agenda de contactos. Es decir, el teléfono móvil en sí, como aparato, está ya el servicio de WhatsApp. Incluso, las redes sociales también lo están. Todo en el móvil gira en torno a WhatsApp. Por supuesto, las llamadas telefónicas siguen existiendo, sobre todo en función de la franja de edad, pero la invasión de WhatsApp lo es todo. Y eso no solo influye en la manera de comunicarnos entre nosotros, que también, sino en el mismo consumo de la información.
WhatsApp, a lomos de internet, se antoja como la aparición de la máquina de vapor o del ferrocarril. Y es inquietante cómo logra sus méritos, en tan escaso tiempo. Huelga decir que con los años ocurrirán más cosas que puede que aun destrone al servicio de WhatsApp, mas toca quedarse ahora con los cambios sociológicos que comporta. La mensajería instantánea se ha tornado en un espacio compartido, no ya de uno mismo, en el que aflora y circula al instante el consumo de noticias, las consignas políticas y los eventos e inquietudes de los distintos grupos. Por eso el móvil ‘per se’ no es nada, solo lo es en la medida que dispone de WhatsApp.
Hace no mucho tiempo, una década más o menos, un periodista me comentó que llegaría el día en que nos informaríamos por el reloj. En realidad, el reloj hoy es innecesario. Es un lujo. Es un capricho. Es una costumbre. Es totalmente prescindible. Pero parece no solo que ese día ha llegado sino que, además, ha sido superado. El móvil nos ofrece la hora desde finales del siglo pasado. Mas ese móvil es el artilugio de conectividad periodística que asoma en la vida de cada uno y sus familias.
Dicho en plata, la costumbre de reunirse en el salón o la cocina para ver el telediario ha dado paso a una individualización del consumo de la información que se practica en cada cuarto dentro del mismo hogar y hecho por cada uno. Por eso estandarizar hoy los hábitos periodísticos (y políticos) es mucho más difícil que hace dos décadas mal contadas. Y al ritmo vertiginoso que vamos, asombra el universo que se nos abre. Quedémonos con las oportunidades que nos traerá. La revolución digital ha sido un revolcón para el periodismo.
Olga Maria Rivero Santana | Miércoles, 07 de Agosto de 2024 a las 08:41:55 horas
Y a pesar de ésto, es posible que tengamos "más" datos, pero "menos" información real y por lo mismo, peor formados. Las relacioes personales, las que muchas veces son más necesarias e importantes, se "reducen" mucho a un simple intercambio de datos/información sin sustancia alguna, descuidando lo esencial, por lo eventual y pasajero. Los pros y los contras de "los avances" cuando no ponemos el acento en lo importante.
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