
Nadie puede escapar al tema catalán. Si el PP acusa al PSOE de romper la igualdad social y la unidad territorial por atribuir a Cataluña un concierto o cupo al estilo del vasco y catalán, no es menos cierto que la realidad nacional catalana (y vasca) impedirá al PP gobernar. Prueba de ello fue el mismo 23J, la fecha última de las elecciones generales, donde Alberto Núñez Feijóo ganó pero no gobierna porque estamos en un sistema parlamentario. El PP no pudo, ni podrá, articular ‘per se’ una mayoría parlamentaria.
Es decir, que el mismo discurso furibundo de los populares contra el acuerdo entre el PSOE y ERC se le volverá en contra a Feijóo antes o después porque necesitará de la burguesía catalana para gobernar llegado el caso. Con Vox, el PP no cosechó mayoría absoluta. Es más, el tiempo de las mayorías absolutas se esfumó. Desde 2011 no se ha producido ninguna. Más de una década. Los cambios sociológicos tienen su transcendencia en el Parlamento, en su composición.
España no se puede gobernar democráticamente de manera estabilizada sin entender (y asumir) su complejidad territorial. Y cuando el bipartidismo dinástico y sistémico (PSOE y PP) decae en su hegemonía social, como ha ocurrido desde la crisis de 2008, asoman las disyuntivas y retos de calado protoconstitucional. En medio, ¿qué nos queda? La exploración de vías posibilistas. No hay garantía que suponga un éxito. Pero no hay más. El resto es enquistarse en las dos orillas territoriales (la España sacrosanta y la plurinacionalidad) sin puentes que conecten ambos modelos.
Todo lo que vierte ahora Feijóo contra Sánchez, se le volverá en contra. Como ya se le ha vuelto en contra al propio Sánchez con respecto a aquel Sánchez que fue líder de la oposición. Como sombras que acompañan a los políticos en sus periplos personales, cada vez más procelosos y cortos, pasan factura sin remedio. Feijóo tendría que aprender de la travesía e incongruencias del mismo Sánchez. Pueden ser mañana o pasado mañana, es una forma de hablar, las suyas.
Entender la actualidad con un prisma ochentero y noventero (aquellas plácidas mayorías sociales encarnadas por los socialistas o populares) es abonarse a la melancolía de las largas tardes de verano en las que la luz nos retrotrae a las alegrías de antaño. Toca hacer política porque la misma política, en serio, tropieza en el camino. Unos caerán en el mientras tanto, otros no. Son pruebas para políticos con hechuras. A ver quién aguanta.
Jorge Benito | Sábado, 03 de Agosto de 2024 a las 17:57:30 horas
La gente es muy fácil de manipular. Repiten lo que oyen, las cotorras (aves) también.
Muchos de los aquí comentaristas, son más listos que el hambre
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