
Se cumplen 25 años de la primera tragedia en la ruta Canaria, al menos documentada. Una ruta que se sigue cobrando vidas, rompiendo sueños. La más mortífera, de las que existen y que, sin embargo, quienes vivimos en el primer mundo la seguimos viendo como una amenaza y no como una fortaleza, como una oportunidad para el desarrollo social y económico de occidente.
En estos días asistimos con la tramitación del cambio en la Ley de Extranjería
para la distribución de menores no acompañados por todo el territorio español, al juego político y no a la solución de esta emergencia humana, la iniciativa decayó y cada grupo, ha buscado una cabeza de turco, para hacer que no se hiciera nada. Mucho se habló de la participación de todos los grupos, con excepción de la ultra derecha, que ha torpedeado cualquier atisbo de acuerdo, los acuerdos en Canarias, los otros con los grupos de la Cámara, pero el final ha prevalecido hacer daño al adversario que solucionar este drama humano que se agudiza en el verano.
No entiendo como la visceralidad de nuestros políticos, permiten que sus querencias ideológicas prevalezcan sobre los derechos humanos. Canarias sabe, como población migrante en el siglo XIX, el coste personal y familiar que supuso la migración. El continente americano se llenó de hombres y mujeres que tuvieron que huir del hambre, la miseria y la persecución después de la guerra, dejar atrás sus familia, su tierra con la esperanza de mejorar sus vidas en un principio y luego de quienes dejaban atrás.
He escuchado mil y una excusa, pero no me sirven. La diputada de Coalición Canaria en el Congreso lo expuso sin filtro “Canarias no puede más afrontar en solitario la presión migratoria de la ruta Atlántica. Es imprescindible afrontar este reto social y humanitario son altura de miras y sentido de Estado. Apelo al consenso, a separar las guerras políticas de la defensa de los derechos de la Infancia.” Sin embargo y a pesar de las llamadas al consenso por quienes participaron, de primera mano, en la elaboración de la modificación de la Ley de Extranjería, se toparon con la lucha partidista que hizo fracasar la iniciativa.
Mientras sus señorías se tiraban los trastos a la cabeza por ver quien cede ante quien y el chantaje continuo, nos viene a la memoria aquel julio de 1999, cuando el mar devuelve a la arena a 9 personas ahogadas a tan solo unos metros de la orilla, en la playa de la Señora en Fuerteventura. Este drama sin paliativos define lo que más tarde de bautizaría como la ruta más mortífera de la inmigración. Ante este panorama tan desolador no podemos mirar hacia otro lado.
Entiendo que es un problema global y siendo Canarias, como lo somos, frontera sur de la UE, por tanto, un problema de toda la Unión Europea y no solo de España, requiere de medidas extraordinarias que mitiguen en parte ese flujo, actuando en origen, pero también con políticas de desarrollo que eviten esos flujos de personas, que en muchas ocasiones, están extorsionadas por la mafias que mercadean con sus vidas.
Este verano y concretamente este mes de julio, se ha ganado por méritos propios, ser un verano de miseria, no solo por ese drama ocurrido hace 25 años, que también, sino por ser un mes de vergüenza y de miseria por dejar a una tierra como la nuestra, abandonada, responsable de una carga que debiera ser compartida y no por la generosidad de otros territorios, sino por obligación moral y humana. Asistimos a la falta de financiación dicen, ósea la compra de plazas humanitarias, hasta ahí podríamos llegar.
Gregorio Viera Vega fue concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Telde.
























Jorge Benito | Viernes, 02 de Agosto de 2024 a las 10:27:04 horas
También hay otra invasión, permitida y usada, por nuestros complejos de inferioridad.
Me refiero a la INVASIÓN de anglicismos en nuestra lengua
¡ Y a peor la mejoría !
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