A veces lo político se reduce a lo simbólico. Pero son gestos que construyen relato y, aunque no lo parezca, comprometen a largo plazo. Hoy nueve niños saharauis serán recibidos en el salón de plenos de las Casas consistoriales de San Juan. Hará Juan Antonio Peña de maestro de ceremonias. Pero detrás de esa acogida coral en nombre del alcalde, estará toda la ciudad de los faycanes. Por eso la importancia de lo institucional. Niñas y niños saharauis que son bienvenidos para pasar, como dice el programa, unas vacaciones en paz. Que no es poco. Sobre todo, después de tanta guerra.
En Telde el compromiso con el pueblo saharaui ha sido una tónica. Sin duda, es fruto de que ha sido un municipio donde ha gobernado históricamente NC y sus anteriores siglas (la izquierda canaria) que han tenido una vitola constante de proximidad y empatía con la lucha saharaui. La última colonia africana pendiente de tener su proceso de descolonización. Esas cosas dejan huella.
Lo que hará Peña ahora será similar a lo que hizo hace unos días Yolanda Díaz en el Congreso de los Diputados. Que las niñas y niños saharauis ocupen (emocionalmente incluso) los espacios de representación política en una democracia, es un paso llamativo de cara a la opinión pública. Por fortuna, la causa saharaui atrae una atención considerable en los medios de comunicación. A buen seguro, nunca la tuvo como la ostenta en la actualidad. Y no solo en Canarias, producto de la cercanía geográfica, sino aun en Madrid donde se debate la política exterior y donde precisamente la Cámara Baja reprobó el ‘volantazo’ de Pedro Sánchez al alimón de su misiva al rey de Marruecos donde arrinconó las aspiraciones saharauis. A todas luces, eso pesa en el balance negativo ‘monclovita’. Y no hay visos de que Sánchez enmiende el paso dado.
Tanto el ala de Sumar en el Gobierno de coalición estatal, el Cabildo de Gran Canaria, distintos ayuntamientos como es el caso de Telde y otras administraciones, están de plano con el reconocimiento internacional al derecho de autodeterminación en el Sáhara Occidental. Es decir, la simpatía y adhesión en España con la causa saharaui es muy importante. Y lo ha sido siempre. De hecho, la huida española de estos territorios debido a la presión de Marruecos (y Estados Unidos) mientras el rey Juan Carlos I miró hacia otro lado por aquello de consolidar la democracia, es una de las lagunas más considerables de la Transición.

























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