En política, por la naturaleza del poder, suele diferenciarse entre la potestad y la autoridad. La primera (potestad) deviene su fuerza del cargo o rango que se ocupa y, por tanto, esto viene y va. De hecho, en las empresas, en la política y en la sociedad, se puede tener hoy una responsabilidad elevada y mañana estar despojado por completo. De ahí, la recurrente expresión sobre las vueltas que da la vida. La segunda (autoridad) es la entereza y ejemplo que emana del valor concreto de la persona; esencialmente, avalada por su trayectoria y los principios que irradia. Otra máxima, aquí evangélica: por sus hechos los conocerán.
La caída en expectativa electoral de Joe Biden tras su debate con
Donald Trump activó las alarmas en el cuartel general de los demócratas. Biden se resiste, también auspiciado por sus familiares en encastillarse, e intenta repetir como candidato. Tiene la potestad porque es presidente y era ya el candidato. Solo si él quisiese retirarse, hay posibilidad de barajar otras opciones. Pero es tanta la degradación a la que se expone la campaña electoral de los demócratas, y esto solo acaba de empezar, que se impone el principio de realidad. Y es ahora cuando Barack Obama ha señalado la puerta de salida a Biden.
Hay momentos en la vida como en la política donde todo se atasca y tiene que irrumpir un tercero para pasar a otra fase. En este caso ha sido Obama, que era el indicado y, a la vez, el que atesora la mejor vitola hoy por hoy de ese legado demócrata. Obama fue clave para entender el contexto mundial que se desarrolló con la crisis financiera de 2008. Estuvo dos mandatos. Los que no casará, a buen seguro, Biden.
¿Tiene aún margen de maniobra el partido demócrata para enmendar la campaña y evitar la victoria de Trump? Esa es la gran incógnita y solo queda un puñado de meses. Evidentemente, el tiempo juega en contra no solo de Biden sino incluso de los demócratas. Hace semanas que ya tenían que haber reaccionado y poner en su lugar, con elegancia, a Biden. Pero los círculos presidenciales son muy influyentes y, al final, a todos les gusta el poder, aunque sea por mera vanidad de los allegados. Lo doméstico tiene su importancia. Y el trance estriba en si Biden escucha lo que le dicen los más cercanos pero, no siendo menos, la valentía de estos de decirle al presidente de Estados Unidos la realidad tal como es, sin reparos.

























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