La ‘policía patriótica’ del que fuera ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, espió a 69 diputados de Podemos. El mandamás de los agentes de Mariano Rajoy no solo estuvo indagando y realizando pesquisas a líderes del ‘procés’, hecho grave, sino al tiempo hizo lo propio con la fuerza emergente que puso en jaque al bipartidismo dinástico y sistémico. Los temores que generaron Pablo Iglesias y los suyos fueron muchos dentro de los partidos de Estado. Pero entonces gobernaba Rajoy y, su ministro, en vez de garantizar los derechos fundamentales se puso a espiar a representantes del pueblo. Degradación democrática total.
¿Cómo se repara este daño causado? Hoy Unidas Podemos no está en condiciones de darle el ‘sorpasso’ al PSOE ni a aspirar, por tanto, a la Presidencia del Gobierno. Pero hubo un ciclo, 2015-2019, en el que la formación de Iglesias se codeaba entre los grandes. Y, para algunos, tocaba espiarles. El proceder del ministro, plenamente antidemocrático, es reprochable por los cuatro costados. Lo que toca dirimir en el presente es hasta qué punto Rajoy estaba al tanto de esta operación. Puede jugar a que no sabía nada, como Felipe González con los GAL, pero cuesta creerlo. La (mal) denominada ‘policía patriótica’ mermó los cimientos del Estado de Derecho. Operó bendecida por el poder, por la posición de privilegio de estar con mando en plaza. Lo que lo hace aún más grave, más inquietante para cualquier democracia que se precie.
Jamás unas siglas han sufrido en democracia, desde la Transición, semejante grado de acoso judicial y periodístico como ha acontecido con Unidas Podemos. En realidad, es lo que tiene tratar de destartalar el sistema del 78. Se paga un precio muy elevado. Mas no debería ser así, porque precisamente esta reacción pone sobre el tapete la fragilidad de nuestra democracia. Cuando los defensores del orden constitucional amparan a la ‘policía patriótica’, es que todo está en el aire. Mal asunto.
Iglesias y sus correligionarios capitanearon el descontento social surgido al calor del 15M, que venía a ser la ola de rechazo público en las calles y plazas contra el ‘austericidio’, el aumento de la desigualdad y la corrupción que constatamos tras la Gran Recesión de 2008. No conquistaron el cielo por asalto, como pretendieron, pero causaron recelos entre los partidos sistémicos (PP y PSOE). Aunque llegar a la ‘policía patriótica’ y el espionaje a los diputados de Podemos, es una factura que paga todo el mundo, votase o no a Podemos. Pierde la democracia.
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